Nota de la Redacción: Arquitecto de la Universidad Católica y Máster en Gestión Urbana de la École Nationale des Ponts et Chaussées, en Paris, y la Université de Technologie de Compiègne, Ricardo Abuauad es Decano de la Facultad de Arquitectura, Arte, Diseño y Comunicaciones en el Campus Creativo de la UNAB. Su preocupación por el desarrollo armónico de las ciudades lo ha llevado a responsabilizarse de distintos proyectos nacionales de desarrollo urbano. Aquí Bendito Planeta le agradece el aporte que nos regala, dándonos su visión sobre los desafíos que enfrenta el Turismo hoy en día.
TEXTO: Ricardo Abuauad – ARCHIVO FOTOGRÁFICO: Bendito Planeta – UNAB – Pexels
El turismo, disponible para porcentajes cada vez mayores de habitantes de un país como el nuestro, es uno de los grandes cambios en nuestra sociedad. Por supuesto, los viajes de descubrimiento no son nuevos. El Grand Tour de los jóvenes de clase alta ingleses de los siglos XVIII o XIX a Italia los nutría de cultura y belleza, pero estaba restringido a un número muy menor de la población. El gran cambio de nuestros días consiste en que este placer está ahora disponible para muchos y eso, obviamente, es algo bueno. Aunque hay que entender sus alcances.
Porque, dicho lo anterior, es normal que muchos queramos que nuestras experiencias de viaje sean personales, distintas, profundas, alejadas de las connotaciones negativas del “turismo de masas”. ¿Quién quiere sentirse parte de esas hordas que invaden las estrechas callecitas de un destino patrimonial al bajarse de un crucero, siguiendo lánguidamente (y sin prestar demasiada atención) a un guía que habla a través de un megáfono? Y, sin embargo, salvo contadas excepciones, debemos reconocer que la mayor parte de nuestros viajes no son tan exclusivos, ni únicos, ni personales como quisiéramos. Estamos todos, de alguna manera, influenciados por la idea de “ser un viajero, no un turista”, como proclamaba el star chef Antony Bourdain. O las frases punzantes de Paul Bowles en “El Cielo Protector”: “Mientras que un turista generalmente corre a casa después de unas pocas semanas o meses, el viajero no pertenece más a un lugar que a otro. Se mueve lentamente a través de los años de una parte de la Tierra a otra”. ¿Es que ser un turista que dispone apenas de unos días y de un presupuesto acotado es algo malo, de lo que hay que avergonzarse, algo que debe ser camuflado con fotos estratégicamente sacadas para esquivar las muchedumbres, las colas, los destinos atiborrados? No me parece y no creo necesario disfrazar nuestras reales posibilidades de algo que no son.
Otra cosa, sin embargo, es lo que hoy se conoce como “turismo depredador”. Se trata de una manera de entender esta industria en la que grandes masas de población (muy superiores a las verdaderas posibilidades de un destino) lo invaden, lo deterioran, sin ninguna atención ni cuidado por los recursos que lo hicieron valioso ni por la población que los habita. Este asunto, el de una industria del turismo que causa estragos, ha sido tema reciente de importantes protestas en varias ciudades: Barcelona, Canarias, Atenas, Kioto, Amsterdam. Su población se queja de ruidos excesivo, de la basura, del comportamiento descortés de los visitantes, y sobre todo del inclemente encarecimiento de la vivienda, presionada por la demanda de arriendos de corto plazo. Es este último asunto el que con frecuencia más molestia produce, pero la falta de atención de los visitantes por las costumbres locales también es un punto relevante.
Varios medios internacionales han destinado páginas y tinta a describir lo que se ha llamado el “mal turista”, con la consecuente recomendación a sus lectores de no ser uno de ellos. El buen turista, por el contrario, es respetuoso de las reglas del lugar al que llega. Consume lo local, gasta su dinero beneficiando a pequeños productores, alejándose de las grandes cadenas. Cuida el medioambiente y los recursos, no consume ni desperdicia agua irresponsablemente. Prefiere los medios de transporte no contaminante. Privilegia los operadores turísticos que tienen en cuenta la huella de carbono de lo que ofrecen.
¿Es usted un buen turista? Porque debemos entender que los años venideros traerán una reflexión profunda sobre los principios de esta industria y, en la medida que usted pueda, es importante cooperar con su gramo de arena. Cada uno de nosotros tiene en sus manos, aunque sea en pequeña medida, el destino de esta extraordinaria fuente de placer -¡viajar!- y sobre todo, el que la industria del turismo, que hoy se critica por explotadora, desconsiderada e insostenible (al menos cuando se desarrolla sin tener en cuenta todo lo anterior) se reinvente, de modo que en el futuro las generaciones sigan contando con esta posibilidad que hoy nos parece cada vez más clave.
Un muy buen análisis. Son sobre todo las personas mayores las que mas interés tienen por conocer. Sin embargo, cuando se tiene el tiempo y el dinero, nos comienzan a faltar las fuerzas para emprender viajes. Es un tema para pensarlo.
Muy buen artículo…
Una duda… ¿no será que el mal turista es un “mal vecino” en su lugar de residencia?