NOTA DE LA REDACCIÓN: Irene Strodthoff es periodista. Vivió en Sídney durante seis años por estudios de posgrado y luego en Melbourne por investigación académica. Volvió en mayo a visitar las Montañas Azules, luego de 13 años de ausencia.

TEXTO: Irene Strodthoff – FOTOGRAFÍAS: Irene Strodthoff y agencias
Situadas a dos horas por carretera de Sídney, las Montañas Azules son un destino que debe estar en la agenda de quienes viajan a Australia por su diversidad, asombroso paisaje y el colorido que ofrecen en otoño y primavera.





Impresionantes acantilados y una vegetación de agudos contrastes nos revelan un entorno único en las Montañas Azules, aquellas que deslumbraron al naturalista inglés Charles Darwin en Australia tras su paso por Chile en el siglo XIX. A dos horas al oeste de Sídney en auto y a un poco más en tren, una amplia y en ocasiones sinuosa carretera nos conduce a una zona que agrupa a una veintena de pintorescos pueblos y bien armados senderos en un territorio que alberga 450 especies de animales, entre ellos, canguros y koalas. Declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad por su gigantesca biodiversidad endémica, las montañas reciben el adjetivo de azules por la bruma que las rodea al combinarse con partículas de aceite de eucaliptus y vapor de agua. Esta característica se suma a acantilados de hasta 500 metros de profundidad, cascadas y angostos cañones, que no nos cansamos de mirar. Desde la altura y en un soleado día de mayo, nuestra vista se pierde en la inmensidad del accidentado y exuberante territorio.





La forma más rápida de descender al valle está en Katoomba. El centro turístico Scenic World, que recibe cerca de un millón de visitantes al año, se enorgullece de tener el funicular más empinado del mundo y el teleférico más alto en el hemisferio sur. El fondo del valle nos sumerge en bosques casi prehistóricos, con enormes helechos y un aire tan frío como húmedo. La tupida vegetación y la topografía desorientan a un promedio de 130 caminantes cada año, que obligan a los servicios de emergencia a intervenir.
METAMORFORSIS EN ALTURA




Recordaba las Montañas Azules en primavera, al partir noviembre, con una explosión de robustos y coloridos racimos de rododendros en la localidad de Blackheath, situada en la parte alta del cordón montañoso. Las flores me transportaban a la casa de mis abuelos en Puerto Varas, en la región de Los Lagos, donde se dan en abundancia, generando una conexión emocional entre los dos mundos, que parecen geográficamente tan distantes y diferentes a la vez. Sin embargo, Blackheath no solo ofrece una primavera generosa: aún más cautivante es el otoño. Entre inicios de abril y mediados de mayo, follajes de magníficas tonalidades transforman sus avenidas y calles interiores en un asombroso espectáculo visual.




A un costado de la estación ferroviaria de Blackheath, los tonos anaranjados de los cerezos nos dan la bienvenida. A solo una cuadra, en la calle Wentworth, la luz del atardecer intensifica el rojo de las hojas de gigantescos arces y robles, y los colores bronce de los liquidámbares que parecen destellar. Decenas de asiáticos con sus teléfonos celulares se retratan ansiosos en estudiadas posturas que combinan con el despliegue otoñal. Como hipnotizados visitantes, que no muestran intención de moverse, inmortalizan por turno los puntos estratégicos de la avenida. En las veredas, tapizadas de follaje ya en tonos café, disfrutamos del crujido de las hojas secas al caminar y de una abundancia y variedad de colores y formas que a los residentes no parece llamarles la atención.
OTOÑO EN COLECCIÓN DE TETERAS





A 15 minutos de Blackheath, en Leura, los cerezos con sus hojas anaranjadas en la calle principal se combinan con tiendas de fino vestuario, accesorios y calzado. Estos mismos árboles se convierten en una delicada hilera de brotes rosados en primavera. Una detención en la Casa y el Museo del Té Bygone Beautys nos devela la mayor colección privada del mundo de teteras, tazones e implementos para tomar té, un homenaje en Australia a esta costumbre traída por los ingleses a fines de 1700. El museo alberga a cerca de cinco mil teteras, algunas de hasta cinco siglos, provenientes de los más apartados rincones del planeta. Nos atiende un cajero impecablemente vestido, con una fina humita, que más parece a cargo de un ceremonial de té que de gestionar pagos.




Un poco más al este, Wentworth Falls y sus anchas calles residenciales despiertan nuestra curiosidad con sus bien mantenidos jardines privados, que combinan flores de temporada y las tonalidades rojizas de los arces japoneses en todo su esplendor. Hacia el valle, la serpenteante luz del atardecer ilumina los despeñaderos, el distintivo verdor de los exuberantes bosques y los húmedos helechos en la hondonada, donde, en contraste, el otoño no parece querer dejar huella. Casi al borde del acantilado, la cascada Wentworth se distingue a lo lejos. Es aquí donde hoy el ambientalista y tataranieto de Charles Darwin, Chris Darwin, ofrece un fascinante recorrido por descubrir que revive la experiencia de su renombrado tatarabuelo. Para volver.











Lindo relato de un lugar maravilloso. El funicular permite ver el valle con todas sus partes, casas en ditintos lugares, manatiales abajo, etc. Luego hay un pequeño tren con el cual uno baja y recorre mas viendo mas del paisaje. Gracias.
Gracias, Gonzalo. Es un área que invita a volver varias veces. Hay mucho por recorrer, sobre todo para quienes gozan de la naturaleza.
Poético relato sobre las Montañas Azules de Australia y la maravillosa naturaleza con sus diferentes coloridos estacionales.
Gracias, Irene.
Gracias, Carmen.
Gracias «Bendito Planeta».
Gracias, M. Eliana, por leer y comentar.
Las belleza de las hojas se encuentra en perfecta competencia con las flores y el paisaje de las montañas azules. Cada lugar de la tierra que habitamos nos muestran la excelencia de este mundo y solo es necesaria, como en el caso de este artículo, una atenta y sabia mirada para comunicarlo.
Gracias, Pedro. La naturaleza es increíble y se nos presenta con giros que nos permiten agradecer la oportunidad de habitar el planeta.
Realmente MARAVILLOSO y muchas gracias por este archivo de fotos que nos recuerda esa visita hace pocas décadas.
Gracias, Alfredo. Para mí, una conexión singular entre las tierras del sur de Chile y de Australia, ambas con sus colores y encanto únicos.
Gracias por permitirme conocer esta magia atraves de tus relatos Preciosas fotos
Muchas gracias, Elsa. A 14 horas de Santiago en vuelo directo y un par de horas por tierra desde Sidney.
Que buena nota sobre las Montañas Azules. Realmente plasma en palabras la enorme belleza del lugar. Gracias!!!
Gracias, Cynthia. Lo aprecio porque las conoces muy bien.
Fantástico relato, querida amiga, que muestra el gran talento que tienes para describir con tan rico vocabulario y arte este lugar tan maravilloso. De inmediato dan ganas de viajar y conocerlo. Las fotos son a otro nivel, un espectáculo en sí.
Un abrazo para ti y Carmen
Eugenia, muchas gracias. El generoso comentario viene de tu rica y siempre certera pluma, que quedó plasmada en tu reciente nota sobre Viña del Mar. Agradecida de las oportunidades de ver otros paisajes y de apreciar lo que nos da la naturaleza.