Texto: Alejandra Raffo Le Dantec
Fotografías de Alejandra Raffo, Ximena López, Bianca Poehls y Mónica Yaconi.

 

Relatar un viaje a Etiopía sur es entrar en la cápsula del tiempo, es regresar los punteros del reloj hacia nuestra Eva primordial, Dinkinesh, que significa eres maravillosa en lenguaje etíope. Ella, la Australopithecus afarensis que vivió hace 3,2 millones de años atrás y que fue encontrada en este territorio en 1974. Según acuerdo de la comunidad científica, es ancestro de nuestra especie.

 

 

Así comienza nuestra aventura en el Valle del Omo, visualizando a través de la ventanilla del bus, esbeltas siluetas de acacias. Un recorrido cercano a los 2.000 kilómetros en este trozo de planeta africano, la única nación jamás colonizada. Esta referencia garantiza la autenticidad de esta tierra, que nos habla de la fiereza de sus ritos y costumbres tribales de más ochenta grupos étnicos que nos conectan con la historia del hombre y con nuestro propio origen ancestral. Luego de dejar atrás Addis Abeba, realizamos un recorrido de 120 kilómetros que nos tomó algo más de siete horas. Recién entonces comprendimos en qué tipo de aventura nos habíamos embarcado. Una fiesta religiosa podría provocar un atasco en carretera de dimensiones descomunales. Y ahí estábamos, en medio de la ruta con un solo horizonte de automóviles destartalados desbordados de gente festejando, iniciando así, esta experiencia única sin precedentes.

 

 

Las fotografías no se hicieron esperar y comenzamos literalmente a ametrallar a cuanto rostro se asomaba frente a nuestros lentes. Éramos un equipo de fotógrafos dispuestos a atravesar esa barrera del pudor, romper el umbral de distancia que genera el refugio tras la cámara. El grupo fue liderado por Alfons Rodríguez, fotoperiodista catalán de vasta experiencia, quien nos introdujo en este mundo tribal de manera asertiva, induciéndonos a obtener esa imagen que se desea capturar desde el alma, y no desde el simple obturador de la cámara.

 

 

Participamos de los cantos de los niños Gurage, visitamos el paisaje montañoso de los Dorze, decorado por sus casas construidas de barro y caña de bambú, verdaderas obras de arte camufladas entre los falsos plátanos. Visitamos sus mercados y poblados, y nos embarcamos para recorrer el Omo. Río arriba sufrimos el calor sofocante para conocer una de las tribus más singulares, la etnia Dassanech, ubicada en la frontera con su país vecino Kenia. Sumergidos en la confusión de sus danzas, nos fuimos atreviendo a retratar la que es quizás una de las tribus más esbeltas que este viaje nos ofreció. Llama la atención la estatura de sus hombres y mujeres, largas extremidades que dibujan delgadas siluetas en la aridez de la tierra. Fue realmente juguetón vernos empinados para superar la altura de sus cuellos decorados de coloridas mostacillas, con el propósito de lograr inmortalizar aquellos rostros que nos miraban con recíproca curiosidad. Fue liberador ver un antiguo móvil apuntando mi rostro y parte de la tribu disfrutando la equitativa situación. Sin duda estar entre colegas alivia la presión.

 

 

Si hablamos de belleza, será imposible omitir la tribu Hamer. Las mujeres utilizan distintivos collares de cuero y metal, su vestimenta es adornada con piel y mostacillas, verdaderas obras de diseño contemporáneo. Si bien podríamos relatar cada detalle de las decoraciones que llevan sobre sus cuerpos, tatuajes y simbolismos, no podemos omitir mencionar sus utensilios como cuencos de calabaza o recipientes de madera de cedro, que rebasan en sencillez y armonía. Por su parte los Konzo, construyeron aldeas que hoy son Patrimonio de la Humanidad. Sus callejuelas de empedrado sinuoso son un  placer arquitectónico. Cada detalle lo realizan con gracia inigualable. De las etnias etíopes, ésta es de las más prósperas por su prolífera agricultura y su extraordinaria organización social.

 

 

Sin duda fue un tremendo ejercicio el fotografiar estas aldeas tribales, una compleja iniciación con las dificultades que representan la tremenda brecha cultural y las circunstancias éticas que esto conlleva. Sin embargo, una madrugada nos sorprendió un amanecer de luz apocalíptica  y en cámara lenta todo se volvió un escenario cinematográfico, ya no había fotógrafo ni fotografiado, todo estaba pleno de una atmósfera común, en un transitar memorable de esos que se atesoran para siempre. Quizás se habían vencidos las mutuas resistencias.

 

 

El territorio etíope simboliza una inmersión en el origen del hombre como especie sobre la faz de la tierra. Cada individuo decide omitir los vientos de globalización y libremente opta por pertenecer a la tribu con las condiciones que ello exige. Una delgada línea en donde limitan las costumbres tribales, ajenas a las colonizaciones y desbordes de modernidad. Si bien algunas de estas costumbres ancestrales nos parecen una barbarie, habría que reflexionar sobre cuán alienado es el individuo contemporáneo y sus construcciones sociales que atentan contra su integridad básica. Hemos perdido la fuerza del clan y ellos la mantienen siendo ésta su gran fortaleza. Somos hijos de un mismo Creador, somos origen de un mismo Big Bang, somos una sola familia en este gran y extenso universo que la especie enriquece con su individual acento. Si buscas sumergirte en la loca aventura de comprender sobre tus ancestros y de cómo nos fuimos convirtiendo en quien hoy somos,  sin lugar a dudas Etiopía será tu siguiente destino.

 

 

 

RECOMENDACIONES
  • Agencia Artisal, España: https://artisal.com/
  • Guía de excursión, Alfons Rodriguez: alfonsrodriguez.com
  • Vacuna requerida: contra la fiebre amarilla (llevar certificado)
  • Visa obligatoria: entrando al sitio de Etiopía en internet.
  • Línea aérea sugerida: Emirates, vía Dubai – https://www.emirates.com/
  • Moneda: es conveniente llevar euros pequeños y cambiar en los bancos locales.
Share This