El Papa Paulo VI ya se había referido  a San Chárbel (el primer santo oriental beatificado desde el siglo XIII y canonizado en 1977) como quien abriría “una puerta de enlace entre Oriente y Occidente para la unidad de la fe”. Y fue estando yo en Beirut cuando el embajador de Chile Pedro Barros me instó a conocer Annaya, el lugar donde vivió y murió este milagroso santo libanés maronita, cuyo santuario los días 22 de cada mes reúne a multitudes provenientes de todo el mundo.

 

IMPREGNADO DE DIOS

Su historia sobrecoge. Youssef Antoun Makhlouf, hijo de humildes padres cristianos maronitas, nació en Biqa-Kafra -norte montañoso del Líbano- en 1828. Huérfano de padre, un acarreador de mulas que murió cuando él tenía 3 años, desde pequeño se siente envuelto en una desesperada búsqueda de Dios. Contra los deseos de su madre, a los 23 parte furtivamente al Monasterio de Nuestra Señora de Mayfouk, al norte de Byblos. Y en el Monasterio de San Marón (santo del siglo V) adopta el nombre de Chárbel, mártir de la Iglesia de Antioquia del siglo II. Ordenado sacerdote, se retira a la Ermita de San Pedro y Pablo, en Annaya, en las montañas cercanas a Beirut, siguiendo el ejemplo de San Marón. Hasta su muerte, en 1898, fueron 23 años de vida en ayuno entregado a la oración en forma solitaria. Murió en la misma ermita la noche de Navidad, instancia en que por primera vez se vería en el suelo con su cara descubierta porque mientras vivió, jamás mostró su rostro. Sólo elevó sus ojos para mirar el cielo.

 

 

EL FENOMENO LUMINOSO

Según su biógrafo -P. Pablo Daher en su libro “Un hombre embriagado de Dios”- cuatro meses después de haber sido enterrado en el monasterio en Annaya, una serie de luces fueron vistas alrededor de la tumba. Como los peregrinos intentaban incluso robar pedazos de sus deshechos, las autoridades decidieron abrir el féretro. Y ante la perplejidad de todos, su cuerpo flotaba en barro, pero intacto, flexible, incorrupto, sin signos de deterioro, como si aún viviese, y que un líquido aceitoso exudaba del cuerpo. Fue cambiado de tumba 3 veces, observándose el mismo fenómeno. Por disposición vaticana en 1950, sus restos yacen en el monasterio de Annaya, cubierto por 3 féretros, de los cuales continúa brotando un aceite que se recoge en telas y que, al frotarse sobre enfermos graves, ha provocado sanaciones que la ciencia aún no logra explicar. Según los registros de Annaya, los milagros atribuidos a San Chárbel hoy sobrepasan los decenas de miles, obtenidos ya sea por la oración, el aceite de oliva de los alrededores que se bendice en el monasterio, los inciensos y las hojas de pino de la ermita. Como también, de quienes visitan su sepulcro, tocan la puerta de su tumba, su foto o su estatua.

 

 

EN CHILE

Desde que las noticias acerca de las curaciones obtenidos por su intermedio trascendieron, las cartas no dejaron de llegar: primero desde ciudades libanesas, luego de países vecinos y, poco a poco, de todas las partes del mundo. Algunas se guardan en el monasterio de San Marón-Annaya y otras están expuestas a los visitantes en el museo, muchas de ellas llegadas desde Chile.

 

 

Su devoción a nuestro país la trajo María Cristina Zalaquett junto a su marido, Michel Nehme, quienes en 1983 regresaron después de traumáticos años de guerra vividos en El Líbano. “Yo era una mujer creyente, pero no fanática”, me explicó María Cristina mirando en retrospectiva. “Y es que, ante situaciones de vida y muerte, mi racionalidad conoció sus límites humanos. Al vivir situaciones extremas, sentí y vi que sólo había Dios. Y empecé a descubrir a San Chárbel, como intermediario del Señor. Mi marido tenía en él una fe ciega. En el nacimiento de mi tercer hijo, la primera noche de la guerra, junto a la necesidad de huir de las bombas, mantener la tranquilidad de mis otros hijos, y la confianza en la vida y en el futuro, ¡Señor!, me di cuenta que podía dialogar con él y sentir muy humildemente que me escuchaba. Yo me preguntaba por qué sería. Y leyendo un libro, descubrí que los ermitaños religiosos -que se comunican durante muchos años directamente con el Señor- llegan más rápido a la misericordia de Dios. Fueron miles de detalles que para mí eran milagros. Porque no sólo es milagro la curación de una enfermedad sino -por sobre todo- los cambios interiores, en los tuyos, en quienes te rodean. Es una mirada completamente diferente, sin caer en ningún fanatismo. Entonces le propuse a mi marido que trajéramos la devoción de San Chárbel para que los chilenos comenzaran a conocerlo y no guardarnos este tesoro solamente para nosotros. Justo habían caído las Torres Gemelas en Nueva York y traer a un santo oriental, libanés, en ese momento de conflicto era una bendición, donde la gente lo pudiera venerar con humildad y silencio”.

 

 

Los Nehme Zalaquett trajeron imágenes del santo y llevaron su escultura al Templo Votivo de Maipú, donde lo acogió el sacerdote Raúl Feres, párroco del Santuario: hoy convertido en el primer hijo de libanés en recuperar su nacionalidad (hecho que oficializó Joumane Khaddage, actual embajadora de Beirut en Santiago el 22 de noviembre pasado, Día Nacional del Líbano). Otras personas, conocedoras de San Chárbel, también se unieron a su difusión. Hasta que, de pronto, un milagro en Freirina desató su mayor expansión. Allí la maestra María Simón González, a quien los médicos habían desahuciado por fibrosis quística en el 90% de sus pulmones y con 30 kilos de peso, recibió de sus parientes en El Líbano aceite de San Chárbel por correo express. Su evolución fue filmada por un equipo de Megavisión.

 

 

EL ACEITE

En Annaya, conversé con el P. Louis -máxima autoridad del monasterio en ese instante- sobre el líquido aceitoso que el cuerpo de este santo secreta. Y ayudándose de un traductor, me confirmó que, como símbolo, ellos hoy bendicen aceite de oliva que, en pequeños frascos, regalan a quienes visitan su tumba. Para María Cristina Zalaquett es claro: “Lo que importa es la fe en San Chárbel. El aceite, las piedras del monasterio o sus imágenes, son elementos que acompañan la fe, pero no constituyen lo sustancial”. Y ofrece: “Quien quiera aceite de San Chárbel o sus imágenes provenientes de Annaya, puede recibirlas gratuitamente del administrador del Templo Votivo de Maipú. En Chile, se ha generado la linda práctica de que, quienes viajan al Líbano, traen este aceite a nuestro país y lo entregan en Maipú para su distribución”.

 

 

Más información en la página oficial de Annaya: www.saintcharbel-annaya.com.

 

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