TEXTO: Gregorio Schepeler. FOTOGRAFIAS: Gregorio Schepeler, Wikipedia y Bendito Planeta.

 

Llegar a Praga es bastante más fácil de que uno cree. Desde Europa muchas líneas aéreas llegan a su aeropuerto. También se llega en tren o en auto. Yo llegué en avión y demoré como 45 minutos en estar en el centro de la ciudad, cerca de la Plaza de la República, cerca de la Torre de la Pólvora, una de las entradas a la ciudad vieja, cerca del río Moldava, cerca del Puente de Carlos. Praga es una ciudad caminable, donde uno siempre está mirando lo inesperado. A pesar de su historia turbulenta, ha logrado mantener y conservar prácticamente intacta su estructura arquitectónica.

 

 

Comenzando con la Torre de la Pólvora (que se puede subir) de estilo barroco del siglo XV, fue durante muchos años un lugar de almacenamiento de pólvora.  A su costado la Casa del Pueblo y un importante teatro, a su lado, estilo art nuveau, elegantes restaurantes con influencia francesa. Atravesando la Torre, se puede seguir por calles estrechas, de adoquines, hasta llegar a la gran Plaza Stare Mesto (Ciudad Vieja), donde destaca, inevitablemente la Iglesia gótica de Nuestra Señora de Tyn, del siglo XIII de estilo barroco, y cuya bóveda central fue  reconstruida después de un incendio de 1679. La ciudad aún conserva el ayuntamiento viejo de la ciudad con una torre de 70 metros de altura, que en su lado occidental se encuentra el famoso Reloj Astronómico (1410), que muestra la posición del sol, la luna, los signos del zodíaco y la antigua hora checa.

 

 

Impresiona la gran plaza, rodeada de edificios góticos y barrocos. En la parte norte, el monumento Jan Hus, erigido en 1915. En 1968 , cuando Praga fue invadida por los tanques de Pacto de Varsovia, el monumento fue tapado con una tela negra como luto por la pérdida de los derechos poco antes reconquistados. A un lado de la plaza hay una galería de arte en la que me tocó visitar una gran exposición de Alfons Mucha y de Andy Warhol, ambos artistas de orígenes de este país. De otra esquina sale una calle dedicada a las más importantes marcas mundiales, la primera que se asoma a la plaza es Cartier, luego están Dior, Versace, Hermes y otras.

 

 

Hay que perderse por las calles adyacentes, estrechas, adoquinadas, laberínticas, ejemplo de una ciudad medieval, donde se conjugan los estilos góticos y renacentistas.  Se van viendo edificios de diversos colores, con dibujos en sus fachadas, gárgolas, adornos. Cerca de la plaza, se encuentra el barrio judío donde hay numerosas sinagogas, entre otras la Vieja-Nueva, que es la más antigua de Europa Central (de mediados del siglo XIII). Está el antiguo cementerio del siglo XV, que acumula miles de lápidas amontonadas con inscripciones y decoraciones. Si se sigue después de la plaza, se llega al Puente Carlos de 520 metros de longitud, que atraviesa el río Moldava.  El puente adoquinado, del siglo XIV, está decorado con 30 estatuas y grupos escultóricos barrocos, neogóticos y clasicistas con un total de 70 figuras y divide la ciudad vieja de la ciudad nueva.

 

 

Al otro lado del puente en el Barrio Pequeño a orillas del rio Moldava, en una antigua fábrica de ladrillos, se encuentra el Museo de Franz Kafka (1883-1924), que nació en Praga cuando era capital del Reino de Bohemia.  En el barrio de Melá Strana (Barrio Menor) está la muralla de John Lennon, que representa un monumento a la libertad y a la rebelión no violenta de la juventud checa ante el régimen autoritario. En la plaza, el gótico de los edificios queda escondido por las fachadas renacentistas y barrocas.  El lugar está dominado por la iglesia de San Nicolás, originalmente de estilo gótico del siglo XIII.  En el siglo XVIII se construyó un templo gótico de 79 metros de altura.

 

 

Es muy agradable caminar por la orilla del río Moldava. Por un lado hay parques con esculturas y por otro se puede observar numerosas edificaciones residenciales. Frente al puente Jiraskuv se encuentra el Teatro Nacional de Praga, de estilo neorenacentista de mediados del siglo XIX, que es el centro de la ópera de la ciudad. Continuando por esta orilla del río se llega a las Casas Danzantes (Ginger and Fred), una construcción de los años 1990 de 8 pisos con un bar de cristal y una plataforma. Cerca de este edificio, caminando por un parque, se llega al Ayuntamiento de la Ciudad Nueva, edificio gótico del siglo XIV y reconstruido en estilo renacentista, donde se guardan los escudos de la ciudad nueva, el checo, el imperial y el polaco.

 

 

En lo alto de la ciudad, se encuentra el Castillo de Praga, que consiste en un conjunto arquitectónico que ha sido residencia de los reyes de Bohemia, emperadores del Sacro Imperio Romano Germano, presidentes de Checoslovaquia y de la República Checa.  Es considerado el castillo más grande del mundo con aproximadamente 70.000 m2 y declarado patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

 

 

Entre muchísimas otras construcciones que visitar, un imperdible es la Catedral de Praga San Vito, la más grande del país, de estilo gótico del siglo XIV. Tiene 97 metros de alto y está dedicada a tres figuras sacras para la iglesia: San Vito, San Venceslao y San Adalberto.  San Vito es uno de los santos más misteriosos del siglo III, y forma parte del panteón de los santos checos del siglo X y uno de los 14 santos auxiliadores.

 

 

Bajando del Castillo está el Monasterio de Strahovsky, de 1140, en el barrio de Hradcany. En este Monasterio se encuentra el Museo de la Literatura, que contiene más de 130.000 manuscritos e incunables en una excepcional biblioteca con una sala Teológica y otra Filosófica. En la sala Teológica de 1671, se encuentra un incalculable número  de biblias, traducidas a distintos idiomas, decorada con frescos con motivos bíblicos. El Museo Nacional es un edificio renacentista en la plaza Venceslao, de fines del siglo XIX, que contiene estatuas y cuadros con temas patrios.  Especialmente interesante es el de Alfons Mucha (1860-1939), considerado el máximo exponente del Art Nuveau. Es el único museo en el mundo dedicado a este artista y fue inaugurado en 1998, como homenaje a quien a fines del siglo XX fuera de gran influencia en el arte de París.

 

 

Es que todo en Praga llama a querer volver…