No estaba en mis planes. Pero, los encantos de un crucero que me acercara a su esencia me fue irresistible. Con la mente dispuesta a percibir la sorpresa que se me presentara en este acercamiento, lo primero que me llamó la atención en el vuelo de París a tierras griegas fue observar la gran cantidad de molinos de viento posible de observar desde la altura.

 

 

Segundo. Dado que el idioma ya es otro y no todos los taxistas entienden bien inglés, asegúrese de ir con waze a mano. Nos costó, pero dimos con la dirección correcta del hotel Ciel Living Athens, desde donde veríamos el Partenón, el canon de la arquitectura griega. Inserto en una pequeñísima calle peatonal, casi invisible al pasar por una calle céntrica, su corredor apuntaba directamente hacia la Acrópolis, la llanura que concentró el principal centro político y religioso de la antigua Grecia. Desde el rooftop del hotel, la terraza ubicada en el piso 10, teníamos la vista perfecta, como si fuese pintura, del templo griego más conocido del mundo. Consagrado a Atenea Pártanos, la protectora de la ciudad, este mega monumento había sido construído en mármol blanco durante Pericles, el político y militar que vivió en el siglo V AC, y que levantó como agradecimiento a los dioses por su victoria contra los persas cuando la democracia ateniense alcanzaba su cima. Compartir con otros pasajeros en la terraza del hotel era pura alegría. Y encontrarnos con dos chilenos fue demasiado simpático, todos perplejos ante un panorama espectacular.

 

 

Si el Partenón era nuestro foco, estábamos ávidos por absorber la mayor información posible. Declarado por la Unesco en 1987 Patrimonio de la Humanidad, es el único templo de toda Grecia con 8 columnas en las dos fachadas más cortas y 17 en las laterales, donde el equilibrio y la armonía en las proporciones eran valores constantes del programa de la sociedad clásica griega. Su historia… Un incendio en una época no determinada de la Antigüedad, le provocó al Partenón graves daños. Durante un tiempo conservó su papel religioso pagano, en otro fue abandonado, se transformaría en iglesia bizantina, luego en latina y más tarde en mezquita musulmana.  En 1687, los turcos lo utilizaron como depósito de pólvora. Cuando la República de Venecia sitió a Atenas (en ese entonces dependiente del Imperio Otomano), uno de los cañonazos venecianos destruyó gran parte de la edificación. Qué decir de los daños que “siguieron a principios del siglo XIX, cuando el embajador británico en Constantinopla, decidió quitar la mayor parte de su decoración escultórica y trasladarla a Inglaterra para venderla al Museo Británico, en donde todavía se exhibe” (cita Wikipedia). Fue recién en 1975, tras la independencia de Grecia, en que comenzaron tareas de restauración de gran envergadura, las que continúan hasta hoy y que cuentan con el apoyo de 5 millones de euros proporcionados por la Unión Europea con tal finalidad.

 

 

Nosotros descubrimos dos Atenas: la del alba y la nocturna. Ya que el Partenón era nuestra primera prioridad, de madrugada al día siguiente iniciamos -camino arriba-  el ascenso por la misma calle del hotel para ingresar al recinto dentro del primer grupo que la organización permitía. Sin embargo, incomprensible. A esa hora estaba todo cerrado, no había un alma en las calles, ni un locatario a quien pedirle algo de comer. Hasta que un mozo anciano, que arreglaba mesas en esta escalera empinada, se apiadó de nosotros y nos preparó un desayuno al pasar (que nos pareció de reyes).

 

 

Y así, de a poquito, en nuestro recorrido se nos fueron sumando otras personas. Hasta que, de repente atónitos, enfrentamos un mar de gente que hacía largas filas para ingresar, ticket en mano obligatorio, que se adquiría en un lugar distinto, aunque usted hubiese reservado entradas en forma previa por internet. Aceptando estoicos esta realidad, nos plegamos humildemente a la multitud y allí, en la sagrada Acrópolis, recorrimos cada rincón hasta que no pudimos más.

 

 

Recorrer el centro de Atenas, atiborrado de turistas por la tarde, fue otro placer. Es que los fines de semana también arriban miles de europeos entusiasmados por el atractivo de una ciudad pujante, con energía a todas luces, donde antiguos templos religiosos lucen lado a lado del comercio competitivo contemporáneo, conviviendo historia y modernidad en un mismo destino.

 

 

Otra historia fue Atenas de noche. Porque allí, en la misma vía de nuestro hotel -cuya marcha habíamos iniciado a las 7:00 de la mañana subiendo por su calle vacía, directamente hacia la Acrópolis- a las 7 de la tarde era una bulliciosa algarabía, repleta de gente comiendo en sus alrededores escalera arriba, cantando en casas que ahora aparecían transformadas en restaurantes con distintas secciones, mozos sirviendo comida típica sin detenerse, y donde la música vibraba más allá de sus propios espacios.

 

 

Tan contagiante era el entusiasmo, que me paré de mi mesa para filmar lo que pudiera. Y resultó este video de 2:00 minutos que refleja parte de esa fascinación ambiente.

 

 

Con la mano en el corazón, para nosotros tres noches en Atenas fueron poco. Nos faltó tiempo, aunque pudimos percibirla, hacerla nuestra y despedirnos como una gran y loca aventura que terminaba. Al día siguiente, nos embarcábamos en un crucero que nos llevaría a Mykonos, Creta y Argostoli -capital de la isla griega de Cefalonia, en el mar Egeo- para continuar luego a Kotor (en Montenegro), Split (en Croacia) y Venecia (Italia) en el Mar Adriático, otros paraísos a los que siempre uno querrá volver.

 

 

DE REGALO: mi herencia gastronómica más preciada: la ensalada griega del hotel Ciel Living Athens, a cuyo dressing le agregan un poquito de azúcar, lo que hace toda la diferencia. En lo substancial, se prepara con tomates partidos, pepinos en rodajas, queso feta, cebolla pluma, pimentón verde y amarillo a cuadros, aceitunas calamatas, alcaparras y orégano.

DATO DE NUESTRO HOTEL: Ciel Living Athens,ubicado en Mnisikleous 2, Atenas, 10556, Grecia. Teléfono +30 2103252487