Un tributo a Gregorio Schepeler, quien escribió este artículo hace 3 años, pero que por haberlo publicado -debido a un error nuestro- con una foto de internet sin pagar derechos de autor, debimos borrarlo. Algo que fue incomprensible para nosotros en tiempos de pandemia, en que solo queríamos aportar un poco de optimismo a un mundo que se encontraba de rodillas. Hoy algo más superado, volvemos con él..

 

TEXTO Y FOTOGRAFIAS: Gregorio Schepeler 

 

 

Ubicado al sur de la península arábica, Yemen es un país de 15 millones de habitantes con 60 millones de armas. Llamado también la Arabia Feliz, de allí vienen las especias, allí fue donde también estuvimos nosotros en septiembre del 2002 y cuyos habitantes nos abrieron sus fronteras para conocerlo. Llegar al Yemen fueron tareas difíciles. Pero, el entusiasmo profundo por ir a descubrir esta cultura milenaria, nos dio fuerza para transformar todo ello en una tarea simple, envuelta en una nube mezcla de misterio y de ignorancia. Juntando toda la información que fuese necesaria -con nuestras visas, vacunas y gran entusiasmo- partimos tranquilos, aunque inquietos y llenos de curiosidad.

 

 

La historia ya no duda de la importancia de la civilización sub-arábica. El antiguo Reino de Saba dio nacimiento a la primera civilización de Arabia y sirvió de modelo cultural para los pueblos vecinos. Su influencia se prolongó a lo largo de más de mil años (desde el siglo VIII AC hasta el siglo VI DC). El reino utilizó intensamente la escritura, creó una grandiosa y sobria arquitectura. Sus técnicas para captar agua y controlarla, así como el dominio de los perfumes, despertaron admiración. Por todo esto y más, esta parte de la península arábica se convirtió en la Arabia Feliz de los griegos, romanos y pueblos antiguos. Todo el mundo soñó a lo largo de los siglos con los perfumes de la Arabia Feliz, que sus orígenes mitificaron. La ruta del incienso partía del Hadramut, en Yemen, y las caravanas de camellos -cargadas de incienso, mirra y plantas medicinales- llegaban a Gaza, Alejandría y enriquecían las ciudades por donde pasaban. Y para nosotros aterrizar de noche en Sana´a, su capital, no fue la mejor idea. 

 

 

Nos recibieron hombres yemenitas desconocidos que nos hablaban en un idioma que no entendíamos. Nos dirigieron y acordaron precios por nosotros, nos pasaron unos billetes para el pago y nos subimos en sus autos. No sé si estábamos asustados. Pero, estábamos ahí. Guardamos silencio.  No había marcha atrás. Partimos rumbo a nuestro hotel, recorriendo calles poco iluminadas, desordenadas, sin gente, con policías armados que se divisaban en algunas esquinas. Dormimos solitarios en nuestros pensamientos, y el amanecer yemenita nos comenzó a entregar sorpresas que no se detuvieron y que maravillan nuestras almas hasta el día de hoy.

 

 

Tras la caída del imperio otomano en 1919, Yemen se convirtió en estado islámico regido por Imanes que lo mantuvieron celosamente cerrado a toda influencia occidental, hasta el golpe de estado que implantó la república en 1962. Desde esa fecha, con la modernización del país, surgieron nuevos espacios y barrios en la capital, a los que se trasladaron los centros de decisión, abandonando la arcaica estructura urbana que sufrió un fuerte abandono, pero que en la actualidad, restaurada en muchos sectores, nos sorprende. Hoy día, dentro de la antigua ciudad, se encuentra la mayor cantidad de mezquitas del Yemen, con más de 100, presididas por la Mezquita Mayor, fundada en la vida del Profeta Mahoma y, según la tradición, por su directa iniciativa, así como madrazas, hammams y caravansares de diferentes épocas, todo ello inserto en un conjunto urbano en que absolutamente todas las casas, sin excepción, permanecen fieles al antiguo estilo arquitectónico yemenita.

 

 

Declarada patrimonio de la humanidad, es una de las ciudades más bellas del mundo. La Puerta de Bab El-Yemen, Puerta del Sur, es la única puerta que queda para entrar a la ciudad vieja, que en la época del Imán se cerraba por la noche para impedir la entrada de los intrusos. Cruzando la puerta, está detenido el tiempo. En esta ciudad está el zoco, el mercado más grande del Yemen. Allí se encuentra de todo, desde las especias desconocidas, los sacos de café, canela o arroz; el milh o mercado de la sal, calles estrechas con alfombra, rincones con anticuarios, calles con joyas de plata, de oro, con ámbar, con cascabeles; los géneros, sedas, brocatos coloridos o bordados que usan las mujeres en la intimidad; las djambias, esos puñales curvos tradicionales que usan todos los hombres desde la pubertad hasta la muerte que, mucho más que un arma, es un atributo simbólico del hombre. Sería hacerle una grave afrenta considerar vulgar a quien lleva un cuchillo. Las armas representan la libertad de los hombres. Se llevan siempre y se ocupan en todo acontecimiento importante.

 

 

La verticalidad caracteriza la arquitectura yemenita. Las casas son altas. Son las casas-torre, los palacios-torres y están construidas con piedra en la base, con barro, con gauss, con cal, mientras que en los pisos superiores se usa el ladrillo más liviano, unidos con gauss, mezclado con cal, paja triturada y tierra apisonada. Puertas talladas con cerraduras cinceladas. Los vitrales inundan las murallas y muchos vidrios son finos alabastros pulidos. Es que hay ventanas para la luz, ventanas para la vista, ventanas-celosía, ventanas torneras. Las vidrieras semicirculares y de colores, situadas sobre las ventanas, son más nuevas y su uso se generalizó recién en el siglo XVIII. 

 

 

Sana´a está ahí. Lejana en la historia y perenne hoy. Su ciudad vieja comienza a vivir la modernidad del siglo XXI. Ya circulan los vehículos, las luces, los comercios. Pero subsiste su historia, su encanto, su misterio. Las mujeres vestidas de largo negro parecen enlutadas por fuera. Sin embargo, sus corazones y sus caras sólo se esconden a la vista de los extraños. Los hombres con sus djambias amarradas a la cintura, establecen su masculinidad. Nos acogen. Son amables, amistosos, sonrientes. Ellas no nos hablan, no nos miran. Se guardan celosamente tras sus vestimentas. Aquellos que hemos tenido la gran suerte de observarlas, las guardamos en nuestra mente despierta y permanece como una foto de antaño, traída al presente. 

 

 

Tenemos que agradecer haber hecho el esfuerzo. Esfuerzo que desapareció cuando, deslumbrados, llegamos a la vieja Sana´a y nuestra mente se iluminó.

 

NOTA DE LA REDACCION

Ingresar hoy a este país (y muy especialmente a Yemen del Norte, donde se encuentra Sana´á) para un turista es hoy prácticamente imposible. La crisis de Yemen sigue siendo una de las peores crisis humanitarias del mundo. Según ACNUR -la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados- Yemen registra una cifra estimada de 4,56 millones de desplazamientos y más de 70.000 personas refugiadas y solicitantes de asilo.

 

 

Diseño webpage: María Eugenia Vargas