Texto y fotografías: Verónica Bercovich

 

Queríamos viajar a Machu Pichu. Yo había ido hacía 40 años, pero Alvaro Espinosa, mi marido no lo conocía. Por lo que nuestra primera decisión fue elegir en qué tren nos íbamos. Y optamos por el Hiram Bigham para darnos el gusto de viajar en un tren de lujo. Y fue ahí donde comenzó la fabulosa aventura.

 

 

No solo nos esperaba una copa de champaña en la estación de Poroy, a 25 minutos del centro del Cusco donde tomaríamos este tren de lujo, sino también veríamos a un grupo folclórico andino espectacular con música y bailes típicos de la zona. Lo que asombraba era el colorido de las vestimentas y los aromas que emanaban de los inciensos, a la vez que comenzaba una ceremonia donde nos hicieron participar a todos los pasajeros. Era un saludo a la Pachamama y a su bendición que emocionaba y despertaba todos los sentidos.

 

 

Inmersos en una cultura ancestral de respeto a la madre tierra, nos subimos al tren. Solo son dos carros habilitados con mesas para dos o cuatro personas, con mantel blanco, vajilla y cubiertos ad hoc al lujo imperante. Desayuno a la carta con todas las exquisiteces posibles y atendidos por un maitrē elegantísimo y garzones de modos amables y atentos, como se ve en general en todo Perú. El recorrido duraría algo más de 3 horas.

 

 

El tren iría por un riel de trocha angosta y a una velocidad bastante baja, lo que nos permitió gozar cada minuto del paisaje. Tras el desayuno pasamos a un carro al final del tren, donde se encontraba el bar y una sala anexa con terraza y ventanales hasta el techo, lo que daba una perspectiva de estar inmersos en el entorno cambiante cada pocos kilómetros. Fuimos recorriendo sectores mas áridos, siembras de papas y maíz, animales de pastoreo, mientras el tren se introducía literalmente en la montaña, atravesando selva, ríos y todo lo inimaginable, con paisajes sobrecogedores en algunos tramos.

 

 

Y la fiesta se armó. En el vagón bar-terraza, un conjunto musical nos animó con temas de todos los tiempos. Hasta que llegamos a Aguas Caliente, un poblado a los pies del cerro, con un río que lo cruza y con cientos de puestos de artesanía, hoteles pequeños, hostales y miles de turistas, que se han desarrollado en los 40 años desde que lo visité primera vez.

 

 

De ahí, fuimos llevados a un bus exclusivo que nos ascendió a las ruinas en un tiempo récord. La subida es impresionante. El camino, recortado en la selva, es angosto y lleno de curvas, lo que recuerda las subida a Farellones en los años 70. No se puede sentir miedo ni mirar mucho hacia abajo, aunque el trayecto dure muy poco.

 

 

Una vez arriba, tuvimos acceso a los servicios del Hotel Belmond Sanctuary Lodge a la entrada de las ruinas, donde nos asignaron guías por grupo. Fue un tour privado, lo que también para nosotros -dadas las facilidades de ingreso que nos proporcionaron- fue un lujo. Al ingresar a las ruinas, sentimos que el corazón nos explotaba, igual a lo que yo había sentido hacía 40 años. La magnificencia del lugar es absolutamente avasalladora. Cómo se construyó esa maravilla es algo que impacta. Además sentíamos que habíamos hecho realidad nuestro sueño: ir juntos a Machu Picchu. Estuvimos más de dos horas recorriendo las ruinas de esta ciudad que Pablo Neruda calificó como ”la vasija más alta del mundo que durante mil años contuvo el silencio”.

 

 

De vuelta al hotel, a los pasajeros del Hiram Bingham nos esperaban con un té exquisito, para esta vez emprender viaje de regreso a Aguas Calientes en bus exclusivo, ajeno a la fila que hacían numerosos turistas, y de inmediato tomar el tren en un andén privado con dirección al Cusco. El tiempo se hizo cortísimo, por lo que no sentimos cuando ya estábamos llegando a Poroy para tomar los taxis de vuelta al hotel. Habíamos partido a las 8:00 de la mañana y regresábamos al hotel a las 10:00 de la noche después de un día espectacular, rodeado de bellezas naturales y un recorrido por las ruinas para atesorar en la vida. ¿Si valió el esfuerzo de pagar un tren de lujo? ¡Absolutamente! Algo que recomiendo. Pudiendo hacerlo, sin dudarlo. Aunque, si las posibilidades no se lo permiten, no importa. No se prive de conocer una de las maravillas del mundo. Con cualquier tren que tome, la experiencia será fabulosa, el paisaje es el mismo y resultará de todos modos un viaje de ensueño.

 

DATOS UTILES
  • Nosotros compramos los pasajes en www.PeruRail.com – una de las dos empresas ferroviarias autorizadas para ofrecer transporte dentro del parque nacional y hasta el pueblo de Aguas Calientes.
  • Para ir a la ciudad, conviene tomar taxi. Son baratos.
  • Transporte turístico: Edison Chumbes, quien fue nuestro chofer y guía por 4 días. Email: edison198722@gmail.com, y tel. +51 931930793.
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