Los preparativos de nuestro viaje comenzaron mucho antes de subirnos al avión que nos llevaría a Copiapó, donde nos adentraríamos por paisajes desolados de extraordinaria belleza, pero donde también enfrentaríamos condiciones poco naturales para el organismo humano como frío, altura, aire seco y un sol abrazador.

 

Texto y fotografías: Francisco Domínguez.

Bien preparados, aterrizamos temprano en la capital de Atacama, donde nos esperaba Ercio Mettifogo, nuestro guía local, junto a dos experimentados choferes y guías de montaña. Serían los encargados de llevarnos en una caravana de 4 vehículos 4×4 a las alturas del desierto altiplánico, en un recorrido que se realiza en forma lenta y progresiva para evitar el apunamiento propio de la altura. Dado que necesitbamos aclimatarnos, nuestra primera parada fue el Museo de la Minería de Tierra Amarilla, interesantísimo espacio cultural que pone en valor, a través de sus magnificas colecciones, el inicio y auge de la historia de la minería en la región.

 

 

Rumbo a nuestro primer destino, nos detuvimos en un valle particularmente interesante, donde conocimos lo que fue esta zona hace millones de años: un espectacular fondo marino lleno de fósiles, hoy protegidos por Ley, que no se pueden sacar de su sitio, pero si buscar y admirar. Al caer el sol, llegaríamos a lo que sería nuestro hogar durante las próximas 4 noches: el Refugio Guanaco, ubicado a 3.500 metros sobre el nivel del mar, en la Laguna Santa Rosa, perteneciente al Parque Nacional Nevado Tres Cruces. Una merecida cena de bienvenida, preparada por nuestro chef, sería el cierre de este primer día.

 

 

Al despertar al día siguiente, no podíamos creer el espectáculo frente a nuestros ojos: una mesa puesta con el desayuno en la terraza del refugio, con vistas al volcán Nevado Tres Cruces y, en primer plano, la Laguna Santa Rosa, en cuyas aguas cristalinas descansaba plácidamente un grupo de flamencos. Dos horas después ya estábamos en nuestros vehículos, cruzando las planicies del desierto para dirigirnos a nuestro destino final de ese día: las termas del rio Juncal (o también llamado rio Negro, por la curiosa tonalidad oscura de su lecho), insertas en lo profundo de la Cordillera de los Andes, a pocos kilómetros del límite con Argentina. Recorrimos paisajes de enorme belleza, por caminos que se hacían cada vez más agrestes y difíciles hasta que, en un momento, el rio Juncal interrumpió la ruta. Sin embargo, gracias a nuestros choferes y vehículos adecuados, seguimos avanzando por el lecho mismo hasta el final del valle Juncalito, lugar donde pudimos relajarnos en unas increíbles termas naturales, rodeados de cerros de colores inimaginables. Regresamos al refugio al atardecer, donde nos esperaban con una deliciosa y reponedora cena.

 

 

El tercer día nos dirigiríamos a la maravillosa laguna Verde, muy cerca del límite fronterizo argentino. Para llegar, recorrimos cerca de 100 kilómetros en una ruta donde más de 15 imponentes volcanes, todos sobre 5.000 mts. de altura, nos iban acompañando como mudos testigos de la historia y geografía de este país. Cuando llegamos a la laguna, el espectáculo de colores fue sobrecogedor. A pesar del frio e intenso viento, estuvimos largo rato fotografiando sus aguas color turquesa, borde y orillas con tonos de café, amarillo, ocre, rodeada por montañas y volcanes. Tras un reponedor almuerzo en un refugio para montañistas -que se usa en este lugar como centro de aclimatación antes de ascender los volcanes aledaños- nos dirigimos varios kilómetros al sur hacia una enorme planicie, ubicada a 4.200 m, donde pudimos apreciar vistas donde la mirada se pierde entre cerros, volcanes y valles altiplánicos. Esta zona fue perfecta para acceder, gracias a nuestros vehículos 4×4, a las cercanías del mundialmente famoso volcán Ojos del Salado, considerado el más alto del mundo. De regreso al refugio, pasamos por cascadas que se forman cuando las nieves eternas de la cordillera se derriten y alimentan cursos de aguas de manera superficial y subterránea. Un espectáculo de inusual belleza en una zona extremadamente seca y árida.

 

 

El cuarto y último día en el Altiplano, empredimos viaje de regreso a la la ciudad por una ruta que cruzó entre valles desérticos y bofedales (zonas de descarga de aguas subterráneas), llegando a la Laguna del Negro Francisco, a los pies del volcán Copiapó, en las afueras del Parque Nacional Nevado Tres Cruces. Allí estaba la espectacular Laguna Roja, una maravilla de la naturaleza en cuanto al color de sus aguas. Almorzamos en el refugio que CONAF tiene habilitado, para luego lentamente bajar a través de valles, quebradas, cerros y pampas. Hasta llegar a nuestro hotel en Copiapó, donde nos dimos una reponedora ducha caliente después de nuestros 4 días de viaje, recordando la majestuosidad y amplitud de paisaje difícilmente antes vistos.

 

 

Nuestra despedida de toda esta espectacularidad aún nos deparaba un par de lugares de enorme interés. Primero, las gigantescas Dunas de Medanoso, a unos 50 kms al nororiente de Copiapó. Aquí pusimos a prueba nuestros vehículos todo terreno, ya que desinflamos sus neumáticos para tener mejor sustentación sobre la arena, y nos internamos subiendo y bajando pendientes, recorriendo arenales hasta su cima para tener vistas inmejorables de los valles desérticos y de la Cordillera de los Andes, coronada por sus altas cumbres volcánicas. En seguida, por caminos interiores llegamos hasta la Mina San José (la mundialmente famosa por el accidente que tuvo atrapados durante 72 días a 33 mineros, quienes finalmente fueron rescatados sanos y salvo). Uno de esos personajes fue quien nos explicó, paso a paso, cómo sucedió el accidente y el rescate tras los largos días vividos en esa horrorosa circunstancia.

 

 

Un viaje en que todos entendimos que la naturaleza puede ser extrema, dura, solitaria e inhóspita, y que el ser humano está sujeto a sus leyes. Pero, que también es una zona que esconde paisajes de extrema belleza disponible para quienes, con espíritu aventurero, se atreven a vivir la experiencia de conocer lugares especiales. De regreso en el aeropuerto, estábamos con el alma llena de imágenes y recuerdos imborrables por haber vivido 5 días en una zona donde la majestuosidad de la naturaleza es impresionante, donde el silencio en las noches es abrumador, con cielos total y absolutamente estrellados, la paleta de colores de cerros y montañas un espectáculo en si mismo, y lo más importante, con la experiencia de haber compartido con un grupo humano tremendamente alegre, entretenido, amante de la observación y contemplación de tanta belleza natural. Sin duda, una gran experiencia recorriendo una pequeña pero magnífica zona de nuestro querido y formidable país.

 

ORGANIZADOR:

  • Francisco Domínguez, arquitecto y fotógrafo, dueño de Fotoviajes (fotoviajes.cl), empresa que organiza viajes fotográficos dentro y fuera de Chile.

IMPERDIBLE

  • Bahía Inglesa, con sus restaurantes en el borde costero de Copiapó, cuyas playas de arena blanca y aguas color turquesa nos permitieron disfrutar de un paisaje diferente, pero igualmente hermoso.