Texto: Diego Fernández Undurraga

 

Con este sencillo juego de palabras “Épica y ópera”, es posible descubrir unos de los grandes secretos aún pendientes de conocer en América del Sur, apenas a seis o siete horas de vuelo desde nuestro país. Nos referimos a Iquitos, la perfumada, desordenada y enigmática ciudad fluvial, capital del distrito de Loreto, en plena Amazonía Peruana.

 

 

 

Para quienes numerosas veces han visitado el Perú, Lima o Cusco en busca de experiencias gastronómicas y culturales, adentrarse más allá del Tahuantinsuyo, desbordando la estricta y controlada cosmovisión inca puede resultar sobrecogedor y alucinante. Porque el Perú es mucho más de lo que habitualmente entendemos desde nuestra criolla rusticidad, ya que la profundidad, multiculturalidad y complejidad de su cultura y geografía nos es difícil de aprehender. Una gran oportunidad de inmersión en el maravilloso mundo del Amazonas peruano es viajar a Iquitos, sin miedos, despojados de todo lo que pensamos que es necesario, con lo básico y dispuestos a disfrutar una experiencia única e inolvidable.

 

 

FITZCARRALDO Y LA FIEBRE DEL CAUCHO

 

Como fundamento para despertar la inquietud por Iquitos es conveniente conocer la figura de Fitzcarraldo, retratada en la película homónima del destacado director de cine Alemán Werner Herzog (1982). Esta película se inspira en la historia de Isaías Fermín Fitzcarrald, un comerciante peruano de caucho descendiente de irlandeses, melómano y megalómano, absolutamente enamorado de la ópera, quien tras haber sido acusado de espiar para Chile durante la Guerra del Pacífico, a fines del siglo XIX, se oculta en la selva peruana. En este territorio virgen explota caucho bajo un régimen de semi esclavitud, y desarrolla la delirante idea de construir un fastuoso teatro en el corazón de la ciudad de Iquitos, malgastando toda su fortuna. Para abrir una ruta comercial, otra de sus excéntricas epopeyas, fue arrastrar una barcaza a vapor a través de once kilómetros de selva que separaban las cuencas de los afluentes de los ríos Mishagua y Manu, conocido hoy como el Istmo de Fitzcarraldo. Pero, antes de viajar a Iquitos, es importante saber algo sobre la fiebre del caucho, fenómeno histórico que ocurrió entre 1879 y 1912 en los territorios amazónicos del Brasil, Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador y Venezuela. El caucho, también conocido como el “oro blanco”, dio lugar a la extracción del jugo, o látex, de múltiples árboles y plantas de gran tamaño, desatando el proceso colonizador, generando enormes fortunas y causando grandes transformaciones culturales y sociales en ciudades amazónicas como Iquitos, Belém y Manaos. Es difícil creer que en los albores del siglo 20 pudiera haber existido un mundo así, donde se conjugara la selva, la rusticidad más brutal, la epopeya y el noble arte de la lírica y la ópera.

 

 

LLEGAR A IQUITOS

 

Disponer de un par de días para viajar  al Perú no es tan difícil y, en vez de conocer los típicos destinos, es posible orientarse hacia Iquitos, en un vuelo distante un poco más de una hora desde Lima. Volar a Iquitos es breve e impresionante. El avión sube unos veinte minutos superando la barrera de la Cordillera de Los Andes, y luego planea suavemente en bajada por una interminable planicie que se va adentrando en la profundidad del destino amazónico con un horizonte verde hacia Brazil. La llegada es fuerte. Al bajar del avión, la humedad borra rápidamente cualquier rastro de la sequedad limeña e invade los pulmones con gratitud. Finalmente se ha llegado a un mundo donde las reglas y certezas son otras. De hecho, el primer impacto es el transfer desde el aeropuerto al lugar de alojamiento. Hay una gran oferta de bicitaxis, motos que tienen adosados un pequeño carro semi abierto, donde caben dos personas y las maletas. Son como los rickshaw asiáticos, pero con motor. El sentir el viento en la cara, a medida que el bicitaxi avanza como un mosquito raudamente por las calles mal asfaltadas en dirección hacia el centro de la ciudad, es increíble. Todo es novedoso y se va armando un gran enjambre de ruidosos bicitaxis, con todo tipo de pasajeros que hacen sus compras y trasladan enseres de esta manera.

 

 

EIFFEL, FLUVIALIDAD, RIOS Y ECONOMÍA

 

La fecha de fundación de Iquitos no se conoce bien, aunque se presume que probablemente fue una reducción española establecida por los jesuitas en la segunda mitad del siglo XVIII. Hoy es una ciudad con más de 450.000 habitantes, ubicada en una planicie ondulada, rodeada por los ríos Amazonas, Nanay e Itaya, además de un bellísimo lago llamado Moronacocha. Si bien el alma de la ciudad es amazónica, la fiebre del caucho del siglo XIX y principios del XX generó una fuerte europeización en lo económico y social, perdurando esta identidad en varios detalles arquitectónicos y de trazado, como son las balaustradas del largo malecón frente al río Amazonas; la casa de fierro diseñada y construida en la maestranza de Gustave Eiffel y erigida en el lugar en 1890;  la Catedral, de carácter neogótico; el ex hotel Palace, edificio art noveau influenciado por el modernismo catalán de Gaudí; la casa Cohen de 1896; y la casa Morey, construida a principios del siglo XX por el famoso barón del caucho Luis Felipe Morey.

 

 

Un punto aparte es el mercado fluvial ubicado en el barrio de Belén, antiguamente conocido como la “Venecia amazónica”, exótico lugar en el que convergen desde la madrugada miles de productores y comerciantes con una variedad asombrosa de animales, peces, pájaros, frutas, verduras, plantas, especias, bebidas, amuletos y un sinfín de productos desconocidos. Caminar entre los puestos observando la oferta es simplemente abrumador y para quedar absolutamente perplejo ante la riqueza que esconde el Amazonas. Como el departamento de Loreto, donde está situada Iquitos, casi carece de caminos y carreteras, el desplazamiento necesariamente debe ser aéreo o fluvial y en todo tipo de embarcaciones. Es así como se logra entender el constante hormigueo que mueve la economía del lugar. Cada gran río tiene, a su vez, ríos más pequeños que lo alimentan y estos, por su parte, canales y riachuleos de distintos colores, composición y profundidad. De esta manera, al contratar un tour guiado en una piragua, es posible conocer cada uno de estos lugares, aprender a distinguir aquellos que tienen las temidas pirañas y caimanes, otros que son seguros y, por supuesto, descender en la tierra firme para caminar y conocer los pequeños poblados donde habitan las familias, comunidades y etnias de este fascinante lugar: la Amazonía peruana.

 

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