Reencontrarme con Isabel Neira, a quien recordaba de mi barrio de infancia, fue una de las impresiones más gratificantes en mi retorno a Washington 20 años después.
Rastrié su email entre amigos, le conté que mi único tiempo libre en Washington (del poco que contaba) sería el 21 de mayo (¡Ah! -exclamó- el Día de las Glorias Navales!). Ella, que actualmente reside a una hora y media del distrito federal, me dio la sorpresa de manejar hasta DC para cenar y ponernos al día. Esa noche el comedor de Yotel, donde yo hospedaba, no funcionaba, por lo que atravesamos al Hyatt que se encontraba al frente. Al entrar, su primera reacción fue: «Yo he estado aqui” (de hecho, ella había estado ahí muchas veces). Y al ver el menú, señaló. “Antes que nada, pediré un vaso de chardonnay porque le prometí a John que tomaría alcohol de inmediato para no tener problemas al manejar de regreso a casa”.
A mi, admirándola tan segura, me apenaba que este fuera mi último día en Washington. Porque me importaba saber cómo ella había evolucionado desde que era chiquita. Mis recuerdos eran que Isabel había perdido a su mamá siendo muy pequeña y era impresionante verla ahora exitosa y orgullosa de la vida que había llevado. Mi conversación con ella, que comparto con ustedes hoy, es la que sostuvimos on the record. La off the record quedó para cuando nos volviésemos a reunir en Santiago con el resto de los amigos de infancia.
De sus más de 24 años en el Departamento de Estado (la agencia de relaciones exteriores de los Estados Unidos), lo más importante fueron sus 8 años de trabajo como Oficial Coordinadora del US Center, «donde organizaba el espacio de los EE.UU. en la Conferencia de Cambio Climático, a fin de promover los programas de las diferentes agencias que analizan el medio ambiente y crean programas de adaptación y mitigación en Estados Unidos y en diferentes regiones del mundo. Yo estaba a cargo de ese espacio, de encontrar los speakers, de promover y hasta de contar los pasos para ver cuánta gente cabía para escuchar a nuestros expositores. Estaba a cargo de todo. Así mismo, organicé estos espacios en muchas otras negociaciones en el exterior».
No le costó mucho entrar, asegura. «Esto porque hay una disposición que le permite a los dependientes de una persona -asignada a una embajada que ha trabajado más de 50 semanas fuera de Estados Unidos- de postular al Departamento de Estado. Como siempre me había ido bien, conocí a jefes que me quisieron incorporar. Porque, si no, es bien difícil entrar. No recuerdo haber conocido a otros chilenos dentro. Si, a uno que era Assistant Secretary. Pero, eso es todo. Seguramente había más, pero yo nunca los conocí. Se retiró en diciembre del 2019, bajo el gobierno de Donald Trump porque el trabajo ya no era interesante. Así ella percibe en general hoy al país: «Creo que Estados Unidos es una fuerza para el bien en el mundo, a pesar de todos los desastres que hay en este momento. Yo lo veo mejor de lo que los extranjeros lo ven. Sin embargo, no tan bueno como los norteamericanos, sin experiencia internacional, creen que es».
«El regalo de la vida -me señaló- comenzó «al conocer a John (John Gates, su marido de hace 40 años) e iniciar una vida estable, una familia , trabajos interesantes y viajes por el mundo. Parte de eso fue trabajar en el Departamento de Estado. Cada país en que estuve anteriormente, tiene una importancia diferente. En Francia aprendí el rigor de estudiar, al obtener mi Maestría y empezar un Doctorado en Literatura Francesa Contemporánea. En Perú, John y yo estudiamos Antropología y viajamos extensamente por el país, a pesar del terrorismo que reinaba en esa época. En Panamá trabajé para la Fuerza Aérea en Public Affairs, y por mi trabajo en el Departamento de Estado he viajado a más de 40 países».
¿Cómo podrías evaluar tu vida?, le pregunté finalmente. Y su respuesta (en que yo sentí su emoción y que a mi también me quebró) fue: «Todo se basa en que Dios me dio la suerte de conocer a John. Yo le he dado la alegría de vivir que yo tengo, y él me ha dado la estabilidad que yo siempre busqué”.
Viaje: Gentileza Copa Airlines
Diseño webpage: María Eugenia Vargas
Realmente, es una persona, señora Neira, muy especial y plena de gratitud por todo lo que le ha tocado desempeñar. Obviamente un honor y orgullo que sea nuestra compatriota y tan competente. Precioso reencuentro de condiscipulas, Carmen, gracias por compartirlo. Un saludo fraterno y muy gratificante.
Qué lindo verte Carmen con una persona tan humana.
Y en abril estuve justamente en el hotel donde cenaron.
Qué coincidencia.
Fue muy emocionante leer esta nota. Conocí a Isabel desde niña cuando jugábamos en nuestro barrio. Pero reencontrarla ahora con su clásica alegría y conocer toda su trayectoria y sus logros me llena el corazón. Por acá todos nos sentimos orgullosas de ti Chabe
Y muchas felicitaciones por tu linda familia
Un abrazo grande
Que emocionante, Chabela como la llamábamos en el barrio, que pena que mi memoria no sea buena y no recuerde tan claramente esos maravillosos días en Luis Pereira, felicitaciones, una vida increíble para una persona increíble
Besos
Maravilloso reencontrarse con una chilena q conocistes añosssss dentro de tu barrio,hoy en dia mujer FELIZ ,con trayectoria prefesional,en EEUU.
Carmen , que reportaje más entretenido. Que rico re conocer a isabel como profesional exitosa, con un matrimonio feliz y enriquecedor.
Nuestra infancia compartió infinitos juegos en la calle sin salida donde nuestras casas eran vecinas. Tombo, Alto, Payaya, Naciones, Luche……juegos desconocidos para esta generación. Gracias Carmen por estos lindos recuerdos y cariños a Isabel ( Chabela para nosotros )
Felicitaciones a ambas.