Viví un año en una pequeña ciudad de este espectacular país miembro de la Commonwealth, el que este 1 de julio cumple 150 años. Experiencia que adoraría revivir si hubiese sido posible contar entonces con la tecnología que tenemos hoy.

 

 

Mi felicidad fue indescriptible cuando supe que el International Development Research Centre (IDRC), de Canadá, me aceptaba para realizar un M.A. in Communication Studies en la Universidad de Windsor, ciudad que en el sur del país limitaba con la frontera de Estados Unidos. Mis dos hijos y yo no podíamos creer que con solo cruzar el río ingresábamos a Detroit.

 

Fue una época en que no se conocía la computación, ni menos el email; en que recién salían al mercado las máquinas de escribir eléctricas, por lo que nuestros papers debían ser impecables (todo trabajo mimeografiado no podía contar con un solo error). Una vez le escuché decir a mi hijo mayor que aún recordaba cuando yo tecleaba a las 4:00 de la mañana. El lo tomó como un ejemplo, aunque yo no lo veía así. Todo era parte de cumplir con un país que nos deslumbró y que miramos siempre con admiración. Tanto, que en enero de este año nos sorprendimos gratamente -mientras recorríamos Epcot Center, en Florida- encontrarnos con el  Pabellón de Canadá e imponernos sobre el increíble desarrollo que en la actualidad muestra al mundo en todo su esplendor. En el interior del teatro, dispuesto al fondo de un precipicio ficticio (imitando a sus famosas Montañas Rocosas), pudimos ver en pantalla gigante el video Far & Wide Circle-Vision 360º– con sus logros visibles desde British Columbia en el Pacífico, hasta Halifax en el Atlántico: una puesta al día que nos dejó casi sin respiración.

 

 

Un país de una belleza superlativa (solo piense en las Cataratas del Niágara). Es el más extenso del mundo después de Rusia, sin embargo con poquísima densidad poblacional (4 habitantes por kilómetro cuadrado). Fue poblado durante milenios por diversos grupos aborígenes (sus totems son de fama mundial), a los que se sumaron durante el siglo XV expediciones británicas y francesas que explorarían su costa atlántica para quedarse. Como nación bilingüe, el inglés y el francés se convirtieron en lenguas oficiales. En contraposición a mi época, 40 años después, hoy no solo cubre con internet al 90% de sus 38 millones de habitantes, sino que su desarrollo en ciencia y tecnología lo ha puesto en tercer lugar (entre 20 países) en el campo de las ciencias del espacio. Como botón de muestra, si las universidades canadienses triunfan en el primer proyecto nacional de aterrizaje de una nave espacial (Northern Light), el país se convertiría en el tercer país en aterrizar una nave en otro planeta. Con otros datos que la hacen también interesantísima. Canadá registra la tasa de inmigración per cápita más alta del mundo. Todo bajo un gobierno de monarquía constitucional que en 1982 -un año después de regresar nosotros a Chile-  el querido Primer Ministro de ese entonces, Pierre Trudeau, lograba la “repatriación” de la Constitución del Reino Unido a Canadá, sin pretender (como Australia, también en la Commonwealth) convertirse en república.

 

 

Confesarles que yo termino en lágrimas cuando escucho “O Canada”, su himno nacional adoptado en 1980, el año previo a nuestra llegada. Existen multiples versiones con diferentes intépretes. La del Red Army Choir es majestuosa. En YouTube está así mismo la de Urban Co, que aquí escuchará solo en audio. El video, que muestra en imágenes hermosas el país, pero que es más pesado), se los incluiré en la sección «Comentarios», porque ahora nos sacaría de esta nota y aquí usted no podría terminar de verla:

 

A pesar que Ottawa es su capital, la ciudad más grande de Canadá es Toronto, hoy con 3 millones de habitantes. Y para hablar sobre Toronto, la próxima semana conversaremos con una profesora chilena que desde hace 40 años trabaja en la Universidad de York. Una instancia para hablar de la sensibilidad y enorme generosidad de esta nación, cuyo estilo pareciera ser una fina mezcla entre el aire británico que hereda, con lo mejor de su poderoso vecino del sur.