Quizás esta publicidad prometería. Reconozco que la curiosidad me invadió, por lo que me separé del grupo. Unos querían ir a bucear. Otros gozar de la playa. Yo, conocer el sector financiero, que no estaba disponible en ningún tour que pudiera ofrecerse. Es que me importaba conocer dónde y cómo operan los bancos de este tan famoso paraíso fiscal.

 

 

Fue un miércoles, pleno día de semana, para conocer las dos caras (turística y financiera) de este territorio británico de ultramar: un archipiélago de tres islas, ubicado en el noroeste de Jamaica en el Caribe Occidental, entre Cuba y la costa de Honduras. Si usted llega en crucero, como lo hace la mayoría de los pasajeros, lo trasladarán en catamarán directo a Georgetown, su capital. Allí uno se enfrenta con muchísimos guías dispuestos a llevarlo a recorrer sus playas y, muy especialmente, llevar a los fanáticos del buceo a introducirse en el mundo de sus arrecifes de coral, de renombre en el planeta.

 

 

Las tormentas de invierno en Estados Unidos, sin embargo, afectaron al Caribe. Con mal clima, los buceadores vieron suspendidos sus planes. Algunos partieron a Stingray City, donde les fue posible observar mantarrayas en un un recinto pequeño donde los turistas podían tocarlas (algo que parte el corazón). De aquí que las tiendas que se encuentran cruzando la calle, frente al puerto, fueron una posibilidad de palpar el espíritu de la ciudad. A nivel local, lo que más se promueve son las playas de Grand Cayman y para allá partió la mayoría, optando por Seven Mile Beach, considerada por su extensión y arena finísima, una de las más famosas del Caribe. En taxi, del puerto hacia la playa, percibirá un estilo muy parecido a Miami. Para quienes soñaban con meterse al agua, podían elegir entre distintos sectores: unos con muchísima gente, otros sin nadie alrededor, y con uno que otro restaurante a medio camino por si quisiera a sentarse a comer de manera más formal. Aunque los stands de comida callejera, donde lugareños cocinan pollo al estilo jerk tradicional, lo dejan a uno casi alucinando por lo sabrosos que son.

 

 

Mi propósito, en todo caso, era empaparme de este llamado «paraíso fiscal», uno de los 10 principales centros financieros del mundo, donde más de 40 de los 50 bancos más importantes tienen aquí sus sucursales. Me impactaba que los impuestos de sociedades tuviesen acá tasa cero. Según cifras del 2021, Grand Cayman tiene una población de 68.136 personas, casi el mismo número de empresas registradas, donde casi todas son bancos. Como no hay impuestos directos, existen muchas tiendas elegantísimas al alcance de su mano, también libres de impuestos. Tanta elegancia en un lugar tan pequeño…

 

 

Sabiendo mi inquietud, una funcionaria de origen cubano me aconsejó adentrarme tres cuadras hacia al interior. Ya que había decidido partir sola, me reaseguró: “Camine con tranquilidad, Grand Cayman es absolutamente seguro”. Así, de pronto me encontré con un sector financiero sin tiendas comerciales, ni edificios altos que parecieran bancos de inversión y donde tampoco circulaba gente. Unos con nombre, otros sin identificación. Fue un guardia de seguridad quien me dio el de uno, cuya estructura se apreciaba desde lo lejos y que lo recorrí por sus cuatro costados. Si usted indaga, le confirmarán que nunca, como aquí, ha sido tan fácil abrir una empresa y una cuenta bancaria. Sin requerirse presencia física, se garantiza discreción total y sin registro público. Aunque algo de publicidad encontré en automóviles ubicados próximos al puerto. Aquí algunas imágenes que logré fotografiar.

 

 

Con mi gente me re-encontré ya de regreso en el crucero. Todos habían vuelto antes, unos sin haber buceado y otros habiendo podido gozar en parte sus aguas templadas cuando el día aclaró. Yo, en tanto, quedé con esa extraña frustración de haber querido saber más, cierta que -si yo hubiese sido economista- a esta nota le habría podido sacar mucho más punta al lápiz.