Es la ciudad más antigua de Marruecos, que fuera capital del reino hasta 1942 cuando -inmanejable para los franceses, que invadieron el país en 1912- la administración del gobierno se trasladó a Rabat. La estrella de Fez es su Medina, la intrincada ciudad peatonal más grande del mundo.

Y para allá partimos…

 

 

Definir una ciudad árabe (después de haber recorrido Portugal la semana previa, como lo hicimos nosotros) es casi un crimen. Porque… ¿cómo intentar conocer una cultura ancestral tan diferente cuando uno ni siquiera entiende el idioma? Y es que a pesar de todo, uno se resiste a no rasguñar algo de su pasado, como también de su presente lleno de contrapuntos. Poniéndonos en contexto… Fez -junto a Marrakech, Meknès y Rabat- es una de las 4 ciudades imperiales de Marruecos, todas las cuales fueron capitales en distintos períodos. Hoy Fez será la tercera ciudad en importancia (después de Casablanca y de Rabat). Pero, es considerada centro religioso y cultural del país, como también la capital del Islam.

 

 

Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1981, Fez fue fundada el año 789. Con más de un millón de habitantes, su fama mundial es indiscutiblemente la Medina. No un mercado (como se pudiera suponer) sino una ciudad dentro de otra que también tiene mercados. Es su casco histórico, la ciudad antigua, con una población de 70.000 habitantes y 9.400 callejuelas internas, unas tan estrechas que -de pronto- llegamos a preguntarnos cómo una mujer próxima a dar a luz puede salir de aquí. Demás esta decir que adentro es muy fácil perderse (tanto, que a nuestro guía le pusieron un ayudante para ir contándonos de vez en cuando). Un lugar donde es imposible entrar un auto. Solo el burro en esta callecitas es transporte público.

 

 

Rodeada por una pared amurallada de 15 kilómetros, la Medina tiene 14 puertas. La más importante es la Puerta Azul que, al traspasarla, uno siente introducirse de frentón hacia el pasado. Aquí se encontrará con monumentos del siglo IX y, mientras camina, estará con la mirada fija, observando hacia arriba las molduras de sus techos y  filigranas de siglos, trabajadas en madera, además de mosaicos con una artesanía colorida excepcional. Adentro funcionan también talleres de la más diversa índole. Como los de cueros, con buenos sastres y que trabajan por encargo. Qué decir de los talleres de alfombras, donde algunos de nuestro grupo se entusiasmaron, ciertos que su compra llegaría por carga aparte con seguridad a casa.

 

 

No obstante, prepárese -cuando esté en la calle- a encontrarse con múltiples vendedores ambulantes que insisten que usted compre hasta el cansancio. Una pobreza que se hizo más evidente hace dos meses, luego que Marruecos abriera sus fronteras tras determinar que en el país se había controlado el covid. Una situación que contrasta con la opulencia de sus hoteles 5 estrellas. Como el Marriott Fès Jnan Palace, el elegantísimo hotel donde alojamos que nos deslumbró a todos. Y si de artesanía se trata, no se pierda en las afueras el centro de mayor producción, donde me impactó la enorme variedad de tajines que trabajaban refinadamente, ese recipiente -elaborado en sus más diversos materiales, a partir de la greda- en que se sirve la típica comida marroquí. No por nada en 1968 Fez fue declarada oficialmente capital artesanal.

 

 

Además de la Medina, Fez tiene otras dos zonas. “La ciudad semi vieja”, según nuestro guía, “la del siglo XIII”, donde está el Palacio Real y el Barrio judío, vecindario poblado por quienes huyeron de España luego que en 1492 los Reyes Católicos los expulsaran de los reinos hispanos. Y  la ciudad nueva, la Ville Nouvelle,creada por los franceses que dejaron aquí también huella. Como su idioma, que se convirtió en lengua oficial junto al árabe y al bereber. Y en todos estos sectores nuevos, las avenidas principales están siendo nombradas en honor a sus tres reyes: Mohamed V, Hassan II y Mohamend VI, el hoy vigente. Padre, hijo y nieto, algo que se repite en el resto de las capitales imperiales. Tampoco se asombre cuando vea a sus guías vestidos de túnica. “Parecemos curas», nos explicó uno. «Pero, no. Esta ropa es lo que se llama uniforme de trabajo y lo usamos con babuchas, nuestro estilo de zapato. Yo también me visto con túnica de manga corta y pantalones anchos, con aire acondicionado (se ríe al airear la tela por debajo, ante la carcajada general del grupo) porque en el verano aquí hace mucho calor”.

 

 

En definitiva, me habría encantado permanecer más días en Fez para impregnarme de su cultura. Así es que, cuando usted vaya a Marruecos, sepa que conocer Fez no solo es una recomendación, sino prácticamente una obligación.