En esta ciudad de ensueño -otrora capital de Guatemala y con 500 años de historia- siempre quédese al menos por dos días. Quizás no intente ir justo para Semana Santa, como este 2022 en que se desbordaron los hoteles al 100% de su capacidad después de tres años de recesión económica y donde las cifras superaron el medio millón de connacionales y extranjeros que llegaron a tomar parte en la conmemoración de esta fecha católica máxima sobre la Pasión y Muerte de Jesús.

 

 

O a lo mejor sea la mejor fecha, porque no olvidará jamás sus calles adoquinadas cubiertas de alfombras florales y decenas de solemnes procesiones religiosas en que, como en ninguna otra ciudad del país, se celebra Semana Santa. Patrimonio de la Humanidad, Antigua volvió a mostrarse este fin de semana, tal cual lo hiciera desde años antes que el gobierno central fuese trasladado a Ciudad de Guatemala, con toda la belleza de su arquitectura colonial barroca y sus numerosas iglesias en ruinas, que con el paso de los siglos, abandonos y terremotos, sus habitantes salvaguardan hasta el día de hoy.

 

 

Es que hay muchísimo que ver, por lo que al quedarse por menos tiempo se hace imposible conocer y recorrer sus lugares íconos con calma. Como su Catedral, la tercera más grande de América Latina después de la de México y del Cuzco, y decenas de conventos y parroquias en que expertos guías turísticos se aprontan a explicar su historia. Como antítesis laica, pero también mística, apreciar la belleza y el poder ancestral de sus antepasados mayas. Esto expuesto en joyas únicas de colección en el Museo del Jade, donde se concentra la exhibición de esta piedra semi preciosa que desde la época precolombina se asocia a la eternidad y la trascendencia. Rutas caminables y accesibles en pleno centro, en que pareciera que, para nosotros, hasta el tiempo mágicamente se detiene.

 

 

Visitar la Iglesia de San Francisco es una obligación. Construida a mediados del siglo XVI, sufrió a lo largo de los siglos deterioros constantes. Fue reconstruida finalmente en los ´60 cuando los franciscanos recuperaron su propiedad. Uno de sus valores: cobija, vecina a la iglesia, las ruinas del antiguo convento franciscano, donde en una capilla especial se albergan los restos del santo Hermano Pedro de San José de Betancur, misionero llegado de Islas Canarias y que en Guatemala consagró su vida al servicio de los más necesitados en una obra social de tal envergadura que lo convirtió en el primer santo de Guatemala y Centroamérica. Canonizado el 2002 por el Papa Juan Pablo II en Ciudad de Guatemala comprobará que su recuerdo -con quien uno hable- despierta por el “Hermano Pedro” solo admiración.

 

 

 

El convento de Santo Domingo, por su parte, ostenta a todo honor haber realizado el 2013 -en sus mismas instalaciones- la 43ª Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA). A pesar de haber sido uno de los más grandes e importantes de la ciudad, fue destruido en 1773 y abandonado por los dominicos cuando se trasladaron a la actual capital. A partir de entonces sus ruinas fueron vendidas a particulares. En la actualidad es el “Hotel Casa de Santo Domingo”, en cuyo interior se encuentra el Museo de la Plata, y donde a simple vista se puede observar quetzales, su ave nacional, saltando de rama en rama entre sus árboles.

 

 

El Museo del Jade es capítulo aparte. Constituye una fina representación de esa piedra semi preciosa guatemalteca, única, que no tiene competencia -como nos lo reconociera su director, Otto Pérez- y que desde tiempos inmemoriales Mesoamérica le dio un significado de inmortalidad. Guatemala, en la cultura precolombina, era la única fuente de donde se extraía el jade, por lo que -al ser considerada piedra de nobles- era más preciada que el oro. Frente a sus ojos, aquí usted podrá ver el trabajo minucioso de artesanos que convierten piedras en joyas únicas. El museo, que abrió sus puertas hace ya cinco décadas, cuenta hoy con una galería de joyas abierta a público, habiéndose extendido además a investigación arqueológica, fábrica y tienda. Esta última, una tentación para quien la visite, dado que el jade desde antaño es considerado amuleto de la buena suerte.

 

 

Ahora, si quiere elegir un hotel en que perciba ese antiguo ambiente señorial, «Camino Real» es como alojar en un elegante convento remodelado. O quizás parecido a lo que Antigua pudo ser cuando vivió bajo el reinado español y llevó como nombre «Santiago de los Caballeros de Guatemala». Sueño que permitió sentirnos parte de lo que pudo haber sido entonces la realeza colonial de este país, al que se llega en un vuelo de tan solo dos horas desde Panamá vía Copa Airlines (copaair.com), aerolínea que continúa añadiendo destinos en nuestra América.