Ni reyes católicos tan piadosos, ni Juanas tan locas. Sevillanas con ropa de calle y mezquitas transformadas en catedrales. Una semana, tres destinos de lo que fue una de las zonas más interculturales de Europa y el mundo

 

TEXTO Y FOTOGRAFIAS: Constanza Hola Chamy

 

No existían emails para confirmar reservas, ni Instagram para subir las selfies en las ruinas romanas que encontraron tras la invasión. Cuando no había internet y todo se escribía a mano, existió una zona del mundo multicultural, global y diversa, donde representantes de las tres religiones monoteístas del mundo -símbolo de poder y dominación, más que de fe- convivían e interactuaban: Al-Andalús.

Llevo 12 años viviendo en Londres y me he recorrido prácticamente toda Europa. Sin embargo, y a pesar de ser uno de los lugares que siempre quise visitar, nunca había estado en Andalucía. El Covid-19 trajo efectos inesperados para mí: había pasado de invierno a invierno, tras quedarme atrapada en Chile los primeros 5 meses de pandemia. Y justo cuando las cosas empezaban a ir mejor en el verano británico, me agarró la variante delta. Golpeada, pero nunca vencida; con la vitamina D por el piso, pero los anticuerpos por las nubes, agarré mi maleta y partí a este destino de sol asegurado apenas relajaron las restricciones. Allí descubrí, conocí y me enamoré de tres majas: Granada, Córdoba y Sevilla. En esta entrega, les presento a la primera.

 

GRANADA

 

 

 

Al-Ándalus fue el nombre que recibieron los territorios conquistados por los musulmanes en la península ibérica (prácticamente todos, menos Asturias) desde el siglo VIII hasta la reconquista cristiana, finalizada en 1492. Pero fue en el sur de España donde instalaron sus centros de poder, particularmente en los reinos de Córdoba, Jaén, Sevilla y Granada. Al contrario de lo que se piensa, Granada fue la última ciudad importante de la era árabe de Andalucía. Mayoritariamente deshabitada durante los años de oro del imperio musulmán, el Reino de Garnata, o de los peregrinos, fue fundado por la dinastía Nazarí cuando ya prácticamente todos los otros reinos del Al-Andalus (incluyendo el centro neurálgico de Córdoba) habían caído ante Fernando III, en el siglo XIII.

Llego a Granada desde Málaga (el aeropuerto internacional más cercano) a media tarde. Porque el primer dato a tener en cuenta en Andalucía es que hay que aprovechar de viajar durante las -insoportables- horas de más calor, entre 2 y 5pm. Lo que sería un sacrilegio en cualquier otra parte del mundo, por cortar el día en dos, en Andalucía es justo y necesario. A esta hora cierra el comercio y en verano (julio y agosto) es imposible visitar algún monumento sin terminar insolado y deshidratado. Si cruzáis el puente a las 4 de la tarde en agosto, os convertís en cordobeses por gracia,bromea nuestra guía turística en Córdoba, donde la temperatura puede llegar a los 47 grados. Por lo mismo, entre abril y octubre, las atracciones andaluzas abren hasta las 7-8pm y los locales, hasta que las velas no ardan.

 

 

EL ALBAICÍN Y MIRADOR DE SAN NICOLAS

 

 

En Granada me quedo en el histórico barrio del Albaicín, justo a un costado de la colina de la Alhambra. Fue el barrio musulmán más poblado y opulento antes de caer en desgracia tras la toma de Granada. Hoy, mayoritariamente dedicado a recibir turistas, conserva joyas arquitectónicas principalmente convertidas en hoteles, como el Casa Morisca, una mansión islámica del siglo XV restaurada por el arquitecto andaluz Carlos Sánchez.  En ella todavía pueden observarse azulejos y caligrafía morisca original “mejor conservada que la de la Alhambra”, según me cuenta Víctor, quien trabaja en la recepción desde que el hotel abrió sus puertas, en 2001. Mi primer objetivo llegando a Granada es subir al Mirador de San Nicolás, que corona el Albaicín, donde me dicen que veré uno de los mejores atardeceres del mundo, con la Alhambra de fondo. En el camino me encuentro con la parroquia San Juan de los Reyes. Dicen que aquí se realizó la primera misa tras la reconquista, tres días después de la caída de Granada el 2 de enero de 1492. ¿Dónde encontraron una iglesia en medio de territorio moro? En ninguna parte. Lo que hicieron fue readaptar improvisadamente la mezquita dealjama al-Ta`ibin, o de los conversos ya que, irónicamente, era la que recibía a los cristianos que se convertían al islam tras la conquista árabe. A pesar de una reconstrucción y un par de terremotos, todavía queda algo del minarete original. Sigo hacia el santo mirador. Camino arriba vale la pena levantar la vista y fijarse en los aljibes, o pozos construidos por los moros para acumular aguas lluvias. Para quienes vienen del desierto, el agua, además de vida, tiene el simbolismo de poder y riqueza, no se puede desperdiciar. Y hablando de poder y riqueza, también en el camino se me cruzan varios Cármenes (sí, así, en masculino). Un Carmen es la versión granadina de una casa patronal, verdaderos oasis verdes que hoy cuestan millones de euros. El más famoso, de San Agustín, fue adquirido en 2019 por el emir de Qatar, en US$19 millones.

 

Advertencia: la subida al mirador se ve más fácil de lo que realmente es, especialmente para alguien que viene recuperándose del Covid. Si usted, como yo, tuvo el virus y todavía los esfuerzos le cuestan tres veces más, suba con tiempo. Porque el atardecer desde San Nicolás es muy bonito, pero probablemente lo es aún más sin estar a punto del desmayo por fatiga.

 

LA ALHAMBRA

 

 

 

Ok, hablemos ahora de la joya más preciada de Granada; la ciudad palaciega de la Alhambra. Porque lo primero que hay que saber sobre la Alhambra es que NO es un palacio, sino un conjunto de edificaciones que incluían fortaleza, mezquita, medina y, por supuesto, los palacios nazaríes, que son los que comúnmente llamamos “Alhambra”. La Alhambra queda en una colina a la que se puede subir caminando, en taxi o en unos pequeños buses que dan la vuelta a la ciudad histórica. Yo recomiendo la tercera opción, que además de económica, es una aventura en sí. Los choferes hablan hasta por los codos y si uno les pregunta por algún punto u hotel que no conocen, sacan el google map, lo buscan y te dejan en la parada más cercana. Todo eso sin dejar de conducir. Lo segundo que hay que saber es que entrar a esta ciudad sin alguien que guíe o explique es una pérdida de tiempo y dinero (ambos muy preciados en vacaciones). Para mí, hay dos maneras de visitar lugares históricos: verlos como cuenta-cuentos de un pasado que inevitablemente derivó en lo que somos y donde estamos hoy, o una colección de piedras y ladrillos. Azulejos, en este caso. La Alhambra -y en particular sus palacios nazaríes- ocultan rincones que solo descubrirán y retendrán en la memoria si alguien (ser humano, no maquinita conectada a la oreja) se los muestra. Como la ilusión óptica de la estrella en el techo de la sala de los Abencerrajes o el tronco de un ciprés hacia el final de los Jardines del Generalife, que según la leyenda fue testigo de la historia de amor entre una sultana y un caballero. Al enterarse el sultán y sin poder descubrir exactamente la identidad del traidor, decidió degollarlos a todos precisamente en la sala de la estrella.

 

 

 

El lugar más famoso de la Alhambra es el patio de los Arrayanes. La fotografía del edificio de arquitectura morisca reflejado en una fuente perfectamente simétrica es probablemente una de las madres de las fotos turísticas. Así que un dato importante para los fotógrafos amateur: al ingresar al patio por el lado del salón de los embajadores, NO saque la foto. No hay que tomarla desde el lado por el que se entra, sino por el que se sale. Y el mejor reflejo se obtiene agachado, casi poniendo la cámara a ras de piso. Rápido, eso sí, porque hay fila. Incluso en la época post Covid la Alhambra (y Granada) sigue siendo un sitio absolutamente turístico, el más famoso y visitado de Andalucía. Pero, ¿por qué siendo la más joven (la alcazaba de Málaga y los alcázares de Córdoba y Sevilla le sacan tres siglos) es tan famosa? La fama se la debe a dos personajes que probablemente le suenan a cualquier latinoamericano: Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Justo antes de aprobar y financiar la aventura de Cristóbal Colón, los reyes Católicos conquistaron Granada y expulsaron a los moros. Cual trofeo de guerra -porque eso fue- pusieron Granada en los libros de historia y, con ella, a la Alhambra. Porque el apellido “Católicos” no solo implicaba piedad y devoción, sino también -y principalmente- un sello de conquista.

 

LA CAPILLA REAL

 

 

Tuve una muy buena profesora en el colegio que nos enseñó los procesos históricos a través de obras de Arte. Allí aprendí que el estilo gótico, que coincide con el final de la Edad Media, tiene como objetivo estar más cerca de dios, por lo que la arquitectura tiende a la altura y sus monumentos a la grandiosidad “austera”. Tan buena era la tía Carolina que 20 años después, en medio del mausoleo de los reyes católicos, se me aparece el concepto. La audioguía de la capilla real -sabemos que no nos gustan, pero son el mal menor- repite la palabra “sobriedad” al menos tres veces. Yo no sé cuál es el concepto de “sobrio” que tienen los españoles, pero los mausoleos de Isabel y Fernando son estructuras de mármol tan altas y apoteósicas que mi metro sesenta no alcanza a verles completamente la cara. Nota importante: el mausoleo de los reyes católicos es el que está a mano derecha, mirando al altar. El de la izquierda, más alto y de estilo más renacentista, corresponde al de su yerno Felipe el Hermoso y su hija Juana la Loca, que de loca no tenía mucho, pero fue la “oveja negra” por cuestionar una religión que, en ese momento, no solo significaba fe, sino también poder, dominio y unificación. Pero la locura de Juana la guardaré para mi próxima obra de teatro, nosotros volvamos a la “sencilla” capilla real. Los ataúdes se encuentran debajo de los mausoleos, en la cripta y ahí sí que apreciamos la austeridad de los cuatro féretros reales, iguales, de plomo, solo identificables por las iniciales en la cubierta.

 

Visitar la Capilla Real sin pasar por un café en la Pastelería López-Mezquita es un error imperdonable. Fundado en 1862, este pequeño local de cuatro mesas es uno de los favoritos de los granadinos. “Antes era mucho más grande, llegaba hasta la otra calle, pero con el Covid…”, me cuenta una clienta asidua, que conoce a todos por el nombre. Pido un café con leche y asesoría sobre el dulce local. Me presentan el pionono y es amor a primera vista. El pionono conserva lo mejor de los dos mundos, moro y cristiano: es una estructura cilíndrica de biscocho rellena con crema pastelera, bañado en almíbar al estilo dulce árabe, no apto para diabéticos.

 

DE NOCHE

Como ya dijimos, Granada es un lugar extremadamente turístico, por lo que comer y beber es considerablemente más caro que en el resto de Andalucía y España. Las tapas que en Sevilla valen 4 , acá valen el doble. Y los restaurants cercanos a la Plaza Nueva, en la Avenida de los Reyes Católicos (la principal, que desemboca en el centro histórico) no necesariamente se caracterizan por la ecuación precio-calidad. Pero caminando un poco, hacia la Iglesia de Santo Domingo, se encuentran bares y restaurantes con una vibra mucho más local, como la Taberna La Tana, un bar de tapas donde se puede degustar una buena selección de quesos y vinos. Mención especial a su ración de alcachofas que acompañadas con un buen Ribera hacen la noche.

 

 

La ironía de viajar sola es que nunca se está sola, sino que se elige con quién estar. En la mesa del lado conozco a Sandra y Silvia. Silvia es una actriz catalana que vino a ver a su amiga. Sandra me cuenta que la mejor época del año para visitar la ciudad es Semana Santa, cuando 32 cofradías sacan colosales Cristos cargando la cruz, coronados de espinas, a pasear, en procesión por las calles de la ciudad. Lamentablemente debido a la actual situación sanitaria, el evento debió suspenderse en 2021 y todavía no se sabe el destino lo que era la fiesta más espectacular de la ciudad durante 2022. Un amigo dice que caballo ganador repite carrera. Así que no me voy de Granada sin despedirme con un pionono a la pastelería López Mezquita. Pepe, desde la barra, me reconoce y me dice: “Hasta otro día”. Y sí, hasta otro día porque de que vuelvo, vuelvo.

 

 

Y si llegaron hasta aquí seguro que se interesan en mi siguiente maja, la más desconocida, pero mi favorita (no le cuenten a las otras): Córdoba, la encantadora. Sobre la verdadera ciudad de las tres religiones, sus patios y su historia mora medieval, la próxima semana. Mismo canal, misma hora.