Dentro de 30 años, cuando se analice si se levanta la exploración mineral en la Antártica, cada país querrá estar listo para el cambio. Razón por la cual diversos gobiernos le están dando a sus bases científicas un especial diseño arquitectónico, convirtiéndolas en verdaderas embajadas en el hielo.

 

 

Cuando periodistas y agentes de viaje fuimos invitados a la Antártica por la agencia de viajes Lead Travel (propiedad de Jorge Maino, representando a la compañía Hurtigruten) jamás imaginamos el impacto que nos produciría conocer el continente blanco a bordo del crucero científico noruego Nordnorge, privilegio que tuvimos durante 7 días no más de 100 pasajeros, asistiendo durante la travesía a conferencias impartidas por profesionales de excelencia en los más distintos ámbitos. Como tampoco imaginamos que las estaciones, que han instalado allí diferentes países, se transformarían con el tiempo en el equivalente a embajadas en el hielo, símbolo de su status y en vitrinas de intereses científicos. Y así, con el propósito de adelantarse a lo que deparará el futuro, el mundo fue siendo testigo de construcción de bases con innovadores diseños arquitectónicos, a fin de estar todos listos para cuando llegue ese momento.

 

 

Para todos fue opinión unánime: quizás no exista otro lugar más asombroso en el mundo que el subcontinente antártico. A pesar que el 99% está cubierto de hielo, el paisaje es diverso. Tiene glaciares azules, volcanes activos, aguas turbulentas -como en el Paso de Drake- y vistas en 360º de nieve intocada. De hecho, el crucero no ocupó su capacidad total de 590 pasajeros, cumpliendo así con las normas del Protocolo Antártico que suscriben los operadores turísticos de todos los países firmantes del Tratado, en que no más de 100 personas pueden «tocar tierra» (de hecho, sólo nieve y rocas) en un momento determinado. Así, lanchas zodiacs rotaron constantemente con ocho personas a bordo, en cada uno de los descensos que nos fue posible realizar. Respetando un método estricto: caminar siguiendo sólo el sendero trazado por el equipo expedicionario, pisar sobre nieve y jamás sobre líquenes, no hablar, no sacar ni una piedra (llevarse sólo recuerdos y fotografías), mantener 5 metros de distancia con los pingüinos, desplazarse lento para no asustarlos, cederles el paso y nunca ingresar a sus colonias.

 

 

Según la BBC, en esta modernización arquitectónica que llegó a la Antártica, países como Gran Bretaña, China, India, Corea del Sur, Bélgica, Sudáfrica y Brazil introdujeron diseños vanguardistas adaptándose al paisaje, aunque pocos seamos los mortales que podremos ingresar para darles una mirada por dentro. Siempre un aviso nos advertirá que permanecen cerradas a público. Una es la base brasileña “Comandante Ferraz” que, a un costo de US$100 millones, levantó un edificio de diseño largo, plano y brillante, pensado como hogar para 65 personas. Y no solo Brasil impulsó la idea de construir una base al estilo ciencia ficción. El 2013, India presentó su nueva base Bharati, con un diseño igualmente moderno. Diseñada por Bof Arkitekrten, la estación india se levantó en altura, desde donde se puede ver el mar. Su construcción se planificó con 134 contenedores prefabricados para facilitar el transporte y proteger sus obras, las que no se pueden distinguir a simple vista. Del mismo modo, Corea del Sur inauguró el 2014 la estación de Jang Bogo, un gran módulo dividido en tres alas, sostenido por bloques de acero reforzado, la que también tiene capacidad para 60 personas. El objetivo de su diseño aerodinámico fue evadir los fuertes vientos que circulan en el continente blanco.

 

 

Si bien de las primeras expediciones, heroicas a todo dar, se rememoran cabañas construidas solo de madera, la modernidad llegó a la Antártica también para quedarse. La Halley VI, del Reino Unido, tuvo una profunda diferencia con sus antecesoras. Fue la primera estación móvil, glamorosa y cómoda al mismo tiempo. De preferencia, se introdujeron construcciones modulares que permitiesen el traslado de las bases cuando las condiciones del clima se volviesen intolerables. Sudáfrica -con su estación Sanae IV- fue uno de los primeros países en resolver el problema de la acumulación de nieve. Su idea básica: módulos construidos sobre un muelle para que la nieve quedase debajo de los edificios. Por otra parte, como la mayoría de las bases utilizan combustible diésel -que es caro, contaminante y difícil de transportar- se contempló el aprovechamiento de la energía. Y aquí la estación belga “Princesa Isabel” se convirtió en la primera en reducir sus emisiones a cero, basándose tanto en la energía solar como eólica. Aquí no hay calefacción. Su diseño, por capas, permite retener la temperatura interior y aprovechar la energía residual del sistema eléctrico y la actividad humana para calentar las paredes. Pero, si la estación belga parece sacada de una película de James Bond, la última base china –Taishan, la cuarta construida por el gigante asiático en el continente- parece un platillo volador. Así y todo, pocas personas podrán ingresar para admirar tanto detalle y tecnología imperante hoy.

 

 

En todo caso, no se asuste. No siempre en la Antártica impera el mal clima. Días de cielo limpio, con largas puestas de sol, dan paso en fracción de segundos a tormenta, mar agitado y cielos oscuros. Para nosotros, la tranquilidad oceánica en las Shetland del Sur hizo posible el desembarco en las islas Rey Jorge, Media Luna, Cuverville y Enterprise en Bahía Paraíso, esta última -a juicio del capitán del Nordnorge, Kjell Skjoldvaer “el lugar más impactante de la Antártica».

 

 

Aunque de todas maneras el mal tiempo nos jugó una mala jugada, haciéndonos imposible el desembarco en Isla Decepción. Yo ni siquiera escuché el llamado a bajar porque estaba desgrabando entrevistas. Pero, cuando me di cuenta que tenía apagado el speaker, corri a ver qué pasaba. Y ahí me encontré llorando a Soledad Miranda (editora internacional de revista Cosas) porque había logrado subir al zodiac y acercarse a metros de la playa. Pero, las olas lo impidieron y su zodiac debió regresar. A la vez Jorge Maino, quien sí pudo hacer el landing, no alcanzó a caminar diez pasos, cuando lo hicieron devolverse. Viento como agujas punzantes, lluvia y grandes olas tampoco permitieron el desembarco en Cabo de Hornos ni en Puerto Williams. A pesar de todo, ningún obstáculo hizo variar el embrujo que embargó a los pasajeros ante tantos témpanos monumentales y la belleza circundante en el último gran continente. ¿Temor al vértigo? Antes de zarpar, pasajeros compartían recetas contra el mareo, incluyendo hasta secretos de naturaleza. Sin embargo, poco fue necesario. Los estabilizadores del Nordnorge -a diferencia de lo que pudo haber sufrido Francis Drake- hicieron siempre que navegar fuera muy grato, hasta llegar a Punta Arenas en lo que fue para muchos de nosotros el cierre final.

 

En Ushuaia con Marcelo Contreras (La Tercera), Soledad Miranda (revista Cosas), Patricio de la Paz (editor Tendencias), yo y Sebastián Montalva (periodista de viajes de Revista del Domingo).

 

COMO ABORDAR
Muchos de estos viajes se inician en Ushuaia en la temporada de verano, que va de noviembre a marzo. Transporte aéreo vía LATAM (www.latamairlines.com) con vuelos directos a Ushuaia, Puerto Montt y Punta Arenas.