Será la segunda ciudad de Portugal, pero es la primera en encandilar con su atractivo a ojos vista. De antiguo patrimonio histórico, y sometida a una amplia modernización en los últimos años, su fama la destaca como «la otra capital» en el país de los fados.

 

TEXTO Y FOTOGRAFIAS: Tatiana Ramírez

 

Este año visité Oporto por segunda vez y fue poner mis pies en su suelo otra vez, escuchar el primer fado mientras caminaba por la ribera del Duero y sentir ese amor profundo del reencuentro. Asumo que mi opinión está bañada por el sentimiento, pero solo la puedo describir como una ciudad increíblemente hermosa, con toneladas de historia e historias a su alrededor, y definitivamente recomendable como un lugar de visita obligada.

 

 

El centro de esta ciudad bimilenaria está en la lista del patrimonio mundial de la UNESCO desde 1996 y es innegable ese encanto suyo que envuelve y cautiva. Aunque parezca extraño decirlo, es de los pocos lugares en los que llegas a sentirte como en casa y de pronto te das cuenta, una vez más, que estás caminando las calles de la segunda ciudad más grande de Portugal. La ciudad se siente acogedora y tiene un ambiente y una auténtica tranquilidad que encantan. La ropa de todos los colores del arco iris cuelga para secarse entre las casas, en estrechas calles de adoquines que ofrecen una atractiva mezcla de edificios nuevos y viejos. Es así como las calles alternan historias y escenas de ciudad que van trenzando lo que sucede en las  viviendas, en pequeñas tiendas locales y en acogedores bares de vinos de Oporto. Sus construcciones decoradas con finas baldosas seducen con sus bellos colores, formas y patrones, que fueron combinados para dar vida a una rica composición de pigmentos, tonos y luminosidad que han transformado los paseos en una excursión dinámica y sorpresiva.

 

 

Oporto es una ciudad fácil de caminar y lugares para ver hay muchos y para todos los gustos. La Torre de los Clérigos, que he oído también llamar «la joya de la corona de Oporto», merece una visita. La iglesia, construida entre 1735 y 1748, fue decorada con mármol, granito y carpintería chapada en oro y tiene una torre de 76 metros de altura que, si el ánimo y la energía lo permiten, es verdaderamente recomendable subir sus más de 200 peldaños para disfrutar de unas magníficas vistas de toda la ciudad.

 

 

¿Otro de mis lugares favoritos? La Librería Lello e Irmão, a tiro de piedra de la Torre de los Clérigos, y definitivamente un lugar con un toque de magia y de gran valor histórico y arquitectónico. Es un edificio neogótico de 1906, con una fachada que destaca en el paisaje urbano que la rodea. Son inolvidables sus imponentes estanterías de madera, sus techos, la enorme vidriera con el monograma de la librería Decus in labore (Dignidad en el trabajo). Y la guinda de la torta, la gran escalera que se ve al ingresar al lugar. Entrar a la librería, debe decirse, requiere de una cuota de paciencia porque su fama ha traspasado fronteras y continentes y, a pesar de que hay que pagar para entrar a verla, cada día llega un gran número de turistas portugueses y extranjeros que desean hacer este breve viaje a su mundo mágico y literario (vale decir que el costo de la entrada se descuenta del precio de lo que compres). Créanme, vale la pena la espera y la experiencia.

 

 

Pasar por la Estación de trenes de Sao Bento es también un imperdible. Construida a principios del siglo IX, sobre los restos de un antiguo convento es, sin duda, una de las más bellas del mundo. Los mosaicos del hall de la estación son una verdadera joya con 20.000 azulejos que dan cuenta de escenas históricas y de la atmósfera de Portugal. Otros lugares, cuya visita les recomiendo, son la Catedral de la Sé, el Palacio de la Bolsa, la Iglesia de San Francisco, la de Santa Clara y la del Alma, la Casa de la Música y los Jardines del Palacio de Cristal y seguro que me quedo corta porque hay tanto más para recorrer y respirar esa atmósfera nostálgica de la ciudad.

 

 

La primera vez que visité Oporto me llamaron la atención sus puentes y luego me enteré que también se la conoce como la Ciudad de los Puentes. Los 6 puentes que se pueden ver al navegar el río Duero durante algo más de una hora ofrecen también grandes experiencias al visitante. El principal de ellos es el puente «Dom Luís I», un verdadero símbolo de la ciudad, con dos niveles, con unas impresionantes estructuras de hierro e inaugurado en 1886. El puente, de 385 metros de largo y 75 metros de alto, tiene dos niveles: En el nivel inferior circulan automóviles, scooters y bicicletas, y la acera estrecha está destinada a los peatones. El nivel superior es para la línea de metro de la ciudad y para los peatones, y desde aquí se puede disfrutar de unas impresionantes vistas panorámicas del río Duero y del casco antiguo de la ciudad, especialmente al atardecer.

 

 

Cómo no enamorarse de Oporto con sus cerros, esos preciosos azulejos azules y blancos, el río, la arquitectura, su deliciosa comida, su gente amable, hospitalaria y servicial … Y esos increíbles atardeceres. Imagínenselos con una copa de un exquisito vino de Oporto y un fado de fondo: fantástico. ¿Qué más puedo decir? Quizás solo agregar que mientras escribo esto no puedo evitar desear y pensar en nuevas “escapadas” a la bella Oporto.

BONUS TRACK: Se pueden encontrar varios fados hablando de Oporto. Pero, déjenme compartirles éste que me gusta mucho, interpretado por Helena Sarmento, “Porto, Porto”, que pueden escuchar y ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=Vc4xFHGW7Bg&ab_channel=%C3%81readeServi%C3%A7oVideo