TEXTO: Tatiana Ramírez

 

Antes de visitar el País Vasco no podía imaginarme bien qué esperaba encontrar en esa comunidad española y me provocó profunda admiración su rica cultura. Orgullosa de su historia, herencia e identidad, la región guarda hermosas joyas naturales, históricas y culturales, ciudades hermosas y pequeños y encantadores pueblos que dejan grandes recuerdos en la memoria del viajero.

 

 

Una de esas “joyitas” es Getaria (nombre oficial en euskera que se pronuncia “Guetaria”). A poca distancia de la bella San Sebastián, hacia el oeste, en la costa cantábrica se ubica este destino lleno de encanto e historia. Un sencillo pueblo de pescadores lleno de auténtico encanto local, es un pequeño paraíso de hermosos paisajes y pintoresca arquitectura tradicional que se combinan maravillosamente para regalar al visitante unas vistas que bien podrían transformarse en una postal.

 

 

 

Si bien su nombre no es de los que hacen clic en la memoria cuando uno lo escucha, esta localidad es la cuna de dos grandes personajes, mundialmente conocidos en áreas muy distintas y de tiempos completamente diferentes. El más antiguo de ellos es Juan Sebastián Elcano, el marino español que completó la primera vuelta al mundo entre 1519 y 1522, pues el suyo fue el único barco que regresó a casa de la expedición que había organizado Hernando de Magallanes. El segundo, más contemporáneo, es Cristóbal Balenciaga, el más notable couturier en la historia de la alta costura y la moda, y de quien Gabrielle “Coco” Chanel -poco acostumbrada a dar cumplidos- dijo que era “el único verdadero couturier” pues él mismo era capaz de “diseñar, cortar, montar y coser un vestido de principio a fin”.

 

 

Desde hace 10 años la ciudad donde nació el modisto en 1895, acoge al Museo Balenciaga creado como una verdadera custodia de las más importantes creaciones del modisto, donde se pueden ver algunas de sus creaciones más innovadoras como el vestido saco o el “baby doll” entre otros. El museo se ubica en un edificio conectado al Palacio de Aldamar, antigua residencia de los marqueses de Casa Torre, abuelos de la reina Fabiola de Bélgica y mentores y mecenas de Balenciaga en sus inicios. El edificio tiene cuatro plantas divididas en tres grandes espacios y seis salones; una sección del museo muestra una selección rotativa de las piezas del diseñador, algunas de las cuales forman parte de la Colección propia de la Fundación Balenciaga, así como otras pertenecientes a particulares. El edificio en sí es digno de ser visto con dedicación por su interesante combinación de tradición y modernidad en una sola estructura, efecto que tiene también la escalera mecánica que lleva desde el plano del pueblo hasta el museo. Sin duda, una visita obligada.

 

 

En esta localidad pequeña, que no llega a los 3 mil habitantes y que tiene sus orígenes en el siglo XII (aunque se han encontrados vestigios de la época romana), en el verano es posible tener que armarse de paciencia para esperar un buen lugar en alguno de sus fantásticos restaurantes para disfrutar del pescado fresco a la parrilla, verdadero regalo gastronómico que hay que probar. En esos momentos cobra absolutamente sentido el dato de que sus principales fuentes de ingresos son la pesca, el turismo y la viticultura del txakoli. ¿Txakoli? ¿Qué es? Fue la primera pregunta cuando nos ofrecieron la bebida. Con denominación de origen Getariako Txakolina, se trata de un refrescante vino blanco, ligeramente ácido, semi espumante, perfecto para degustar unos deliciosos mariscos, el pescado a la parrilla o algunos de los pintxos locales cuya degustación es un verdadero placer para los sentidos.

 

 

En el casco antiguo destacan y sorprenden sus calles estrechas, empinadas, las casas de piedra muy antiguas, así como otras más pequeñas con balcones de madera y de colores vibrantes, la iglesia gótica de San Salvador, cuyo campanario domina el pueblo, y varias estatuas dedicadas a Sebastián Elcano. No hay duda de que Getaria es un destino cuya visita ofrece grandiosas sorpresas y en las más diversas áreas. Uno de esos destinos de los que fácilmente te enamoras y mientras vas cruzando los límites de la ciudad para seguir tu camino, ya vas pensando y planeando cuándo volverás para recrearte en la belleza natural de la zona, aprender sobre su historia y recrearte en esa cierta sofisticación que emana de sus sencillas calles.