André Jouffé visitó El Líbano en dos oportunidades. Una, invitado por el gobierno y otra en plena guerra, luego de la masacre de Sabra y Shatila. Por mi parte -en una instancia de paz- con mis hermanos viajamos a esta tierra en búsqueda de Deir-El- Ahmar, el pueblo donde nacieron y desde donde vinieron nuestros abuelos maternos.

 

 

TEXTO: André Jouffé.
EDICION VIDEO: María Eugenia Vargas.

 

Mi primera ida a Beirut fue agradable, por cuanto apenas aterriza el Middle Eastern Airways (MEA) -en ese tiempo un Boeing 720 (versión previa al 707) y pese a verse un aeropuerto rodeado de sacos y trincheras- al salir rumbo a la ciudad se aprecian los bellos cedros, el árbol símbolo del país incrustado en la bandera tricolor. Cada cierto tiempo mi vehículo era detenido por diferentes fracciones del conflicto y había que mostrar los documentos. Y valga decir que no era muy agradable. Generalmente los rostros de los guardias eran encapuchados. Pero, uno capta ese espíritu de reconstruir la perla del Mediterráneo, siempre en aras de renacer de las cenizas, como el ave Fénix… El segundo viaje lo hice solo para entrevistar a Bechir Gemayel, presidente electo. Sin embargo, mientras estaba en Bonn, Alemania,  esperando el vuelo, me informan que ha muerto Grace de Mónaco, de manera que hice una parada de dos días en el principado. A pesar de todo, la nube negra se dejaría caer al día siguiente cuando me informan que Bechir ha sido asesinado en un atentado. Viajé a Beirut de todos modos y entrevisté a su hermano, Amin Gemayel, a quien le dieron el cargo dadas las condiciones. Elias Zarkis era el primer Ministro y en esos años se alternaban esos cargos entre cristianos y musulmanes. En constante reconstrucción, Beirut tiene a la vista los vestigios de sus conflictos. Por eso la capital es casi un lugar de paso hacia los confines bellos de esta nación que, en su tiempo, fue la administradora de los capitales árabes y Le Banque Lybannaise de Paris era uno de los más importantes de Europa…

 

 

BAALBEK

 

Imposible en mi viaje, no mencionar a Baalbek, ruinas romanas situadas en el valle de la Beka, al este del Líbano, que llena el espíritu. Patrimonio de la Humanidad desde 1984, fue formada por los pueblos fenicios y romanos, y es considerada «la ciudad de templos más espléndida del mundo”. En su historia, acogió a muchas civilizaciones y durante su tiempo más glorioso la visitaron muchos emperadores. Fue un importante centro de la ruta comercial de este a oeste y uno de los centros religiosos más importantes de la era romana. Cambió de manos muchas veces debido a las guerras de los bizantinos, los selyúcidas, la dinastía ayubí, los cruzados, los mongoles, los mamelucos y posteriormente los otomanos. Cada civilización dejó aquí su legado: columnas gigantescas con cerca de 2 mil toneladas de piedra, un mundo del conocimiento rodeado por grandes murallas y con los templos más impactantes de la época, junto a sus restos misteriosos y su espléndida arquitectura.

 

 

Los fenicios, reconociéndolo por primera vez como lugar sagrado, le dieron su nombre en honor de «Baal», el dios más poderoso en la cultura fenicia. Los griegos la llamaron Heliopolis, la ciudad solar. Más tarde, ya renombrada Baalbek, sirvió como centro para muchas religiones con sus templos dedicados a diferentes dioses. Se estima que la ciudad fue construida durante unos dos siglos y perdió su importancia después que los romanos abandonaron el sistema de creencias multi-confesionales. Sin embargo, la mayor pérdida se produjo durante el período de los cruzados, hasta quedar sometida en el siglo XVI bajo dominio otomano. Ya en esa época la mayoría de los templos -especialmente el de Júpiter, el más grande de la ciudad- habían sido destruidos. El interés por cuidarla llegaría después, cuando en los 1900 la administración otomana le otorgaría permiso a los alemanes para investigar una parte de la ciudad bajo tierra, que fue redescubierta.

 

 

 

DEIR-EL-AHMAR

Mis recuerdos entran aquí… Cuando con mis hermanos decidimos ir al Líbano, ni siquiera sabíamos como manejar una filmadora. “Traigan máquina fotográfica – nos advirtió Roberto Abu-Eid, cónsul de Chile en Beirut, antes que tomáramos el vuelo de Air France- porque aquí los esperan 600 primos”. Mi hermana Adriana grabó lo imposible, en cuya edición ahora hizo magia María Eugenia Vargas. Nunca sabremos si de verdad existió algún pariente con algún tipo de documento real. Lo cierto es que un pueblo entero salió a recibirnos con pancartas, pétalos de rosas, almuerzo con el gobernador y bendición del cura en la iglesia local- como miembros de la diáspora que regresaba a su tierra. Un encuentro por el que le estaremos agradecidos de por vida a nuestra misión diplomática en Beirut, encabezada por su embajador Pedro Barros quien, junto a Roberto y su señora María Angélica, nos acompañaron hasta el pueblo de Deir-El-Ahmar, ubicado en el valle de la Beka, territorio en un comienzo cristiano-maronita y hoy bajo dominio en gran parte de Hezbollah. Tocamos así las piedras derruidas de lo que pudo haber sido hace 150 años la casa de nuestros abuelos, Simón Yoma y Antonia Amed, quienes posteriormente llegarían en barco a América. Para nosotros, será el recuerdo imborrable de haber vivido la calidez, la bondad, alegría y esa sensación de hermandad existente en esta localidad, de la cual nos habían hablado tanto.

 

 

Memorias de nuestra visita al Líbano en tiempos de paz.

 

 

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