TEXTO Y FOTOGRAFIAS: Erika Lüters Gamboa

 

Flotar en el aire es una de las sensaciones más espectaculares que uno pueda vivir. Y si además se hace de cara al viento y observando un bello paisaje, es inolvidable. La experiencia la viví en Capadocia, Turquía, uno de los mejores lugares del planeta para disfrutar de un vuelo en globo aerostático.

 

 

Como en todo el mundo, la pandemia de coronavirus también tuvo sus efectos y el 18 de marzo de 2020 se debió paralizar toda actividad turística en esta región que recibe a cerca de dos y medio millones de visitantes cada año. Las restricciones se aliviaron recién en septiembre del año pasado cuando se retomaron los vuelos bajo estrictas medidas sanitarias. Junto a sus lugares históricos y culturales, el mayor atractivo de esta zona, ubicada en Anatolia Central, es su formación geológica única en el mundo. Y una de las mejores formas de apreciar esta característica es precisamente desde el aire.

 

 

Para disfrutar de esta aventura hay que “sacrificarse” y saltar de la cama a las 04:00 de la madrugada para salir del hotel media hora más tarde. A esa hora aún no amanece y decenas de minibuses comienzan a llegar a la zona de partida de los globos con cientos de turistas ansiosos por vivir esta experiencia. Mientras esperamos para embarcarnos, nos sirven un reconfortante café para el frío de la madrugada y unos quequitos para endulzar la amanecida. A un costado de donde nos encontramos, los preparativos son incesantes. Los globos lentamente comienzan a tomar forma a medida que se les va introduciendo el gas propano con el que funcionan. Son todos diferentes: algunos bien coloridos, otros solo con una sigla o una marca. Pasadas las cinco de la madrugada los globos ya están inflados. Es el momento de embarcar.

 

 

Cada globo tiene un canasto rectangular, confeccionado en un material algo más grueso que nuestro mimbre, donde caben entre 18 a 20 personas. Al centro de la cesta se ubica el capitán del globo, junto al tanque de acero inoxidable que contiene 80 litros de gas propano. Ahí subimos ayudados por una pequeña escalera y la colaboración de los encargados que se esmeran en hacernos que todo resulte fácil y entretenido. Todos hablan, al menos, español e inglés y siempre tienen una sonrisa para los visitantes. Saben que el turismo es una actividad que tienen que cuidar y que les significa el 12 por ciento del PIB turco. El despegue es tan suave que uno no se da cuenta que el globo ha comenzado a volar hasta que alguien del grupo advierte que ya no estamos sobre tierra firme. El globo se desplaza muy lentamente y comienza a elevase. La cesta donde vamos todos parados es lo suficientemente alta para sentirse seguro y comenzar a disfrutar del paisaje.

 

 

Alrededor ya comenzamos a ver a los otros globos, unos cien en total. Todos permanecemos en silencio maravillados con el espectáculo que comienza a asomar a nuestros ojos. El único ruido es del quemador que proporciona el aire caliente para mantener el globo en el aire. El panorama que se aprecia desde las alturas no se puede comparar con algo conocido. Algunas personas dicen que es como un paisaje lunar (aún no he visitado la luna, así que no puedo confirmarlo). Los primeros rayos del sol asoman justamente por atrás del volcán Erciyes, el que hoy permanece inactivo, pero que fue el responsable de la conformación del terreno por el que se caracteriza Capadocia. Geógrafos antiguos contaban que en días despejados, desde su cima a 3.917 metros, era posible distinguir el Mar Negro y el Mar Mediterráneo. Ya amaneció completamente y una suave brisa balancea el globo que se desplaza hacia arriba (750 metros), desde donde se aprecia una panorámica espectacular. Luego desciende lentamente y vuelve a subir. En el camino otro globo se acerca y se topan en el aire. “Un beso de globo”, dice el capitán.

 

 

Desde la altura es posible apreciar en todo su esplendor a las llamadas Chimeneas de Hadas. Estas son rocas empinadas que en su cima tienen una formación más dura que hacen como un efecto de paraguas, protegiendo a la parte de abajo que es más “blanda” y porosa. El viaje está por concluir y comenzamos a descender muy lentamente. Ahora no es solo el ruido del quemador lo que se escucha. Todos comenzamos a compartir lo que fue para cada uno esta experiencia de aproximadamente una hora de vuelo y coincidimos en que es única e inolvidable. Ya cuando bajamos lo suficiente, vemos una van de pasajeros y un tráiler (donde después se llevarán el globo desinflado) y varios hombres con cuerdas que se acercan para ayudar con el aterrizaje que se hace en cualquier lugar más o menos plano del recinto que hemos sobrevolado. El día está despejado, pero una corriente de aire nos jugó una mala pasada y pese a los esfuerzos del personal por controlar el globo, finalmente el canasto se volcó hacia un lado cuando ya estábamos en tierra. Nada grave. El hecho sirvió incluso para relajar la situación ya que todos estallamos en carcajadas mientras salíamos de la cesta. Al finalizar nuestra aventura en tierra nos esperaban con una copa de champán. A nadie le importó que el día estuviera recién comenzando y los brindis no se hicieron esperar. En ese momento el capitán, todo muy ceremonioso, nos entregó a cada uno un certificado que acredita nuestro viaje.

 

 

 

CIUDADES TROGLODITAS

 

Capadocia no solo cautiva desde el aire. En Göreme, ciudad que es una suerte de base de operaciones para el turismo porque los sitios más importantes están cercanos, se puede apreciar a simple vista el legado de los hititas (siglo XVII AC), antigua civilización que dominó por cerca de cuatro siglos la zona. Gracias a su superioridad militar y, al parecer también a mucha habilidad diplomática, crearon un imperio que según algunos expertos consideran el tercero en Medio Oriente después de Babilonia y Egipto. Como buenos guerreros y aprovechando las características geográficas de Capadocia, los hititas comenzaron con la costumbre de cavar en la roca volcánica para construir sus viviendas. Y este hábito en ciertos lugares de la ciudad se mantiene hasta nuestros días.

 

 

Los hititas dejaron en Capadocia una herencia de más de 200 ciudades subterráneas, algunas de las cuales se pueden visitar. Conocer una de ellas es una actividad imperdible si se está en Capadocia. Pero, ojo, si sufre de claustrofobia mejor no intente bajar. Aunque el estado turco se esfuerza por mantenerlas en condiciones, la visita puede resultar un poco agobiante, especialmente si hace mucho calor. Son lugares tremendamente turísticos, pero sus administradores se las arreglan para manejar a los grupos que las visitan de manera bien organizada. Si se queda en la superficie puede compartir con las decenas de artesanas que por un euro le venderán los muñecos de trapo tradicionales de la zona.

 

 

Yo decidí a bajar, pese a la alta temperatura que había ese día. Y ¿saben de quienes me acordé? Obvio, de ¡¡Los Picapiedras!!  Especialmente por las puertas circulares que tienen estas construcciones y que fueron hechas para protegerse ya que solo se abrían desde adentro. En la antigüedad estas ciudades podían albergar hasta unas 20.000 mil personas, puesto que contaban con respiraderos, pozos de agua, almacenes, caballerizas y todo lo necesario para vivir en su interior. Luego, durante el cristianismo bizantino, muchos espacios de estas ciudades subterráneas fueron transformados en templos, según se ha podido establecer por las iconografías que decoraban sus paredes.

 

EL MUSEO AL AIRE LIBRE DE GÖREME

 

 

Muy cerca del centro está lo que se conoce como el museo al aire libre de Göreme, pero que en realidad es un parque nacional. Aquí se acumulan monasterios, iglesias y capillas, todos cavados en la roca por los cristianos para protegerse de los romanos. En 1985, la Unesco lo incorporó al Patrimonio de la Humanidad. En su interior está prohibido tomar fotos o grabar videos. Y esta prohibición tiene mucho sentido ya que pese al paso de los años en esos lugares se pueden apreciar frescos de la época que mantienen sus colores muy bien conservados.

 

 

 

VALORES

El vuelo en globo cuesta en promedio 160 euros, pero el valor varía dependiendo de la temporada y del número de personas. Debido a la pandemia, muchas empresas han rebajado sus precios hasta la mitad.

COMO LLEGAR

Como mejor época para visitar la zona se recomienda primavera y otoño. Desde Ankara, el trayecto en bus toma 5 horas. Desde Estambul, 12 horas. En avión se llega al aeropuerto de Kayseri y desde allí una hora en bus hasta el centro de Capadocia. El otro aeropuerto cercano es el de la ciudad de Gülsehir, en la provincia de Nevsehir, el cual tiene dos vuelos diarios en Turkish Airlines.

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