Berlín fue para mi una ciudad de peso. Hubiese querido permanecer más tiempo, haber leído más antes de llegar. Porque las sorpresas fueron muchas. Entre ellas saber que tiene casi 200 museos, algunos de los cuales están entre los mejores del mundo y que tiene 5 concentrados en una isla sobre el río Spree. ¿Dónde empezar, cuál es el más relevante? “Todo depende de lo que usted quiera ver”, me respondió un joven funcionario argentino. “¿Puedo fotografiar?”, le pregunté (porque era lo que más me importaba). “Claro”, señaló. “Todo, menos a Nefertiti en el Neues Museum«. Síntesis, para allá partí.

 

 

Al busto de Nefertiti -la única figura ubicada al centro de una sala especial, protegida en forma constante por dos funcionarios- solo se permite fotografiarla a distancia. Lo que yo muestro es lo que de lejos me permitió mi cámara. Pero, frente a la cápsula de cristal que lo protege, el público se da vuelta absorto alrededor. De hecho, me costó encontrar un instante en que pudiera ver su figura limpia, sin que nadie la cruzara. Un busto descubierto en 1912 por el equipo de la German Oriental Company, dirigido por Ludwig Borchard, en las excavaciones de Amarna, que posteriormente fueron donadas al Museo Egipcio de Berlín, exponiéndose originalmente en el Neues Museum antes de la II Guerra Mundial.

 

 

Símbolo de la belleza femenina a nivel mundial por la simetría de su rostro, cuello largo, cejas arqueadas, nariz fina, labios rojos, sonrisa enigmática, pómulos altos y colores preservados en el tiempo, poco se sabe sobre Nefertiti. Aparentemente se casó con Ammenhotop IV (nuevo reino, dinastía 18, alrededor de 1340 A.C.), siendo su rostro uno de los trabajos más admirados y más copiados del antiguo Egipto. Según fragmentos inscritos en el Louvre y Museo de Brooklyn, se vislumbra que tuvo una muerte súbita. Sin embargo, en vida se la visualiza con amplios poderes tras la muerte de su esposo, quien antecediera la llegada de Tutankhamun, y con quien continuó lazos, dado que una de sus 6 hijas, Ankhesenpaaten, se casó con el mismo famoso faraón. Hoy ícono de Berlín, su busto dio lugar a controversias entre Alemania y Egipto. Las demandas por su repatriación comenzaron en 1924, cuando por primera vez la figura se mostró en público. Entre los argumentos que se barajaron, se aduce que a los inspectores egipcios no se les permitió ver el busto al momento de dejarlo salir del país. Si bien Philipp Venderberg (experto en investigación de la antigüedad) describe el hecho como “un golpe incomparable”, la revista Time lo enlistó entre los Top 10 Plundered Artifacts (los diez artefactos más saqueados del mundo), a pesar que la German Oriental Company aduce que su salida se debió a la negligencia del inspector, que el busto figuraba en el primer lugar de la lista de intercambio tras el fin de las excavaciones y que el trato fue justo.

 

 

Si usted llega por estos lados, comprobará que en el Neues Museum hay mucho más que ver además del busto más famoso del arte antiguo (según los entendidos, «comparable quizás solo a la máscara de Tutakhamun»). Anualmente, hoy es visitado por cerca de medio millón de personas, aunque siempre nos quede en la retina como el trabajo artístico mejor conocido posiblemente de toda la antigüedad. Orgullo de Berlín, su rostro no solo figuró en las estampillas de correo alemanas de 1989, sino que en la actualidad también está en tarjetas postales que se expenden en la ciudad y en esta isla de los 5 museos, que el año 1999 la Unesco incorporó como Patrimonio de la Humanidad.

 

 

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