Fue más de lo que yo me hubiera imaginado. Volar en la aeronave 767-300 de United Airlines, con su nueva cabina Polaris, fue un ensueño. Asientos desplegados para dormir estirada, implementos con frazadas suaves, duveuts livianos, almohadas esponjosas, todo con la marca impresa “Saks, Fifth Ave”. Y junto a un menú a la carta servido con una atención de primera excepcional.

 

 

“Q” EN HOUSTON

Aunque se aterrice a las 5 de la mañana en Houston, hay un muy atractivo destino gourmet ubicado en el terminal E del aeropuerto internacional George Bush. Se trata del restaurante Q Texas BBQ Semokehouse, abierto hace solo un año y que “arrancó fuerte”, como asegura su gerente, el colombiano Nestor Riveros. La gracia de este hito de la comida barbecue tejana es su innovación tecnológica (que ya está siendo imitada por otros)  y que -sin la existencia de meseros- el menú se elige por iPad, con pantalla instalada frente a cada asiento. Se cancela el consumo con tarjeta y el pedido va directo a la cocina. “Q” es la más reciente experiencia gastronómica gestada entre United Airlines y OTG Hospitality Group, aunque este no es el único restaurante del grupo administrador. Bajo su alero existen otros 300 de distintos estilos, diseminados en los grandes aeropuertos de Estados Unidos. La peculiaridad de este se encuentra en el diseño: una destilería de cerveza, tal como se ve en muchas partes de Texas. “Es un orgullo cuando la gente me detiene para felicitarnos”, asegura Riveros. Lo único que yo querría -agrega- es ser dueño de esta vaina”, y se ríe a carcajadas.

 

 

SHOREHAM-BY-SEA

Inglaterra no es solo Londres. Y si existe algo que sorprende es cuán encantadora puede ser su gente. No algunos, sino todos con quienes uno se detenga en la calle, con quien uno hable. Como sucede en el pequeño pueblo de Shoreham-by-Sea, de solo 20.000 habitantes, lleno de gente joven que trabaja en Londres. Casas sin rejas, ninguna entrada con llave, autos con sus ventanas abiertas. Emblema de un puerto victoriano situado en la cinta costera sur frente al mar. Su nombre habría sido dado por los mismos conquistadores normandos a fines del siglo 11. Con la llegada del ferrocarril en 1840, su operación comercial creció y se mantiene activa hasta hoy. Aunque el centro más preciado es su iglesia St. Mary de Haura (María del cielo) construida en 1123. De su estructura original se conserva solo la mitad, ya que fue destruída en tiempos de guerra. Pero, a sus restos se les otorga máxima protección. Más aún, sus parroquianos -con vicaria mujer a la cabeza- celebran con túnicas de antaño toda la tradición de la Church of England. Como el evento coral con música sacra al que tuve la oportunidad de asistir el penúltimo domingo de mayo, ceremonia apoyada con los tonos de un órgano gigantesco que sería la envidia de cualquier templo de renombre a nivel mundial. Para mí fue como haberme transportado, en el tiempo, a la cultura de otros siglos.

 

 

EN BRIGHTON

Bullente, con 200.000 habitantes, Brighton está solo a una hora de Londres. Para el resto de los pueblos que la circundan es su referente máximo (“Tiene mall”, advierten muchos”). Y es que Churchill Square Mall tiene para todo y para todos. Se comenta que el primero en enamorarse de la entonces villa pesquera fue el rey Jorge IV, quien ordenó la construcción de un palacio sobresaliente, conocido hoy como el Royal Pavilion, donde con su mayordomo indio habría vivido la Reina Victoria hasta 1845, fecha que se trasladó a la isla de Wigth. Desde entonces, la ciudad es propietaria del palacio. Su interior es un cruce de estilos asiáticos y, al remodelarse, el nuevo exterior fue influido por la estética india. Hoy sus prados son un lugar de esparcimiento para la gente de Brighton y constituye uno de los atractivos imperdibles que visitar. Y esa impactante construcción está situada al lado del Museum and Art Gallery, otro palacio que exhibe tesoros del arte británico y europeo, así como piezas de América y otros países.

 

 

LONDRES

Aquí está el poder, aunque muchos pequeños grupos enfrenten sin parar a la autoridad central. Dos son las noticias que copan hasta The Evening Stardard y Metro, los dos periódicos gratuitos que están al alcance de quien quiera: la conmoción del Brexit y los pasos de joven realeza (léase Megan y Harry). Miles de turistas invaden la ciudad. Entre los más novedosos atractivos: The Churchill War Rooms. Es tal la euforia que provoca esta exhibición que, para ingresar, hay filas de espera por horas. Esta semana, los exteriores del Household Cavalry se llenaban de graderías para conmemorar los 200 años del nacimiento de la Reina Victoria. Cerca de la Cámara de los Comunes, las expresiones de rechazo no apuntan solo al Brexit, sino de quien quiera protestar contra cualquier tema, incluido el uso de bolsas plásticas. Las horas de visita a Westminster Abbey se han reducido a tres, por lo que nadie pretende perdérselas. Aunque la iglesia que está abierta siempre es la católica Westminster Cathedral, con sus altares circundantes. En cuanto a Buckingham, si bien hace algunos años pude fotografiar este ícono de la realeza con su entrada despejada, hoy los turistas tapan hasta las rejas frontales. Y eterna, Lady D. En el parque St. James, frente al Buckingham, los turistas se detienen con recogimiento ante su estrella en el suelo, instalada como recordatorio de la Princesa del pueblo. El corazón de The City, sector en que están todas las instituciones de poder máximo, como 10 Downing Street. Y también la Embajada de Chile, que el 21 de mayo -Día de las Glorias Navales- efectuó en forma privada, en conjunto con el gobierno inglés, un tributo a Lord Thomas Cohrane, uno de los comandantes de la Marina Real más audaces, que inspirara la creación de la Marina chilena, y que tuvo lugar en la misma abadía de Westminster, donde yace su tumba.