Texto y fotografías: Verónica Clarke

 

Cuando me invitaron a sobrevolar la Antártica con la misión IceBridge de la NASA, no me emocioné mucho. Significaba estar a bordo de un avión laboratorio sin ninguno de los “lujos” de los aviones tradicionales -incluyendo la aislación acústica- por más de 10 horas. Es decir, semejante a volar desde Santiago a Washington, D.C. Pero, además, regresando al mismo punto de partida: Punta Arenas.

 

 

Mi ánimo comenzó a mejorar cuando me dijeron que, de darse las condiciones climáticas -las que se determinan un par de horas antes de cada vuelo, temprano en la mañana- volaríamos sobre la Península Antártica, la que según expertos (en este caso científicos de la NASA) es la parte más “escénica” y hermosa del continente blanco. Así fue como terminé en el aeropuerto de Punta Arenas y, tras recibir los diferentes briefings de seguridad obligatorios, me embarqué en el DC-8 de la NASA.

 

 

Como se trata de un verdadero laboratorio ambulante, el DC-8 ha sido despojado de todos sus lujos. Todos deben usar audífonos a bordo, los que además de ser indispensables para la comunicación, disminuyen gran porcentaje del ruido ensordecedor de un avión que no cuenta con la aislación acústica a la que estamos acostumbrados en un vuelo comercial. Estos además están conectados a la cabina, y durante todo el viaje se escucha la conversación de los pilotos, científicos y tripulación de apoyo. Entre bromas, fluye también la ciencia.

 

 

La misión IceBridge de la NASA lleva viniendo a Chile desde 2009 para realizar mediciones y observaciones de los cambios de la capa de hielo en esa región. Sus viajes a Punta Arenas comenzaron cuando el satélite ICESat -que medía los hielos antárticos- dejó de funcionar y hubo que esperar hasta el mes pasado en que lanzaran al espacio el ICESat 2. Así mismo, gran parte de la misión de este año de NASA consiste en calibrar bien el satélite.  Esto significa que IceBridge –que en inglés significa “puente de hielo” y además puente entre los dos satélites ICE (ICESat y ICESat 2) finaliza definitivamente el 2019. Con la amplia variedad de instrumentos a bordo del DC-8, se obtiene una precisión de solo 5 centímetros, es decir, es bastante exacto. Los pequeños cambios en los hielos revelan la cantidad de masa perdida por los glaciares. Igualmente las mediciones anuales repetitivas de glaciares específicos son utilizados para mantener una base de datos que está disponible para que cualquier científico la pueda tomar y realizar sus propias investigaciones, sin costo alguno.

 

 

Tuve la suerte de que este viaje en particular fuera a la Península Antártica. Supongo que, de lo contrario, el paisaje habría sido algo plano y bastante blanco. Uno de los principales objetivos del día (y tratan de volar todos los días si hay buen tiempo) era sobrevolar Larsen C, la masa de hielo que se desprendió el año pasado, creando un iceberg de más de 2 kilómetros de largo. Sería interesante descubrir cuánto esa enorme masa de hielo, del tamaño de todo Manhattan, se ha separado del continente blanco. Uno de los científicos a bordo, que estudia la Península Antártica desde hace más de 25 años, cuenta que Larsen C correspondía a un 10% de la masa total de la península. A fines de los años 90, existía Larsen A, B, C y D. Larsen A y B se desintegraron en cosa de días. Lo esperanzador, cuenta, es que Larsen C “sigue ahí”. Puede que algún día se desintegre también igual que sus “hermanos”.

 

 

Para hacer las mediciones, este avión vuela a sólo 450 metros de altura, lo que no es mucho si se piensa que hay antenas que tienen esa altura. Al par de horas de haber despegado de Punta Arenas, comenzamos a ver el blanco. Debo admitir que no hay palabras para describir la maravilla de la que estaba siendo testigo. El mar, de un azul petróleo intenso se comienza a mezclar con blanco. Trozos de hielo de distintos tamaños para luego pasar a un blanco que asemeja a una verdadera torta de merengue recién batido. La nieve brilla y el reflejo del sol es tan intenso que hay que ponerse lentes de sol adentro del avión. El paisaje es sobrecogedor. El merengue blanco da paso a montañas que caminan al lado del avión, a la misma altura y algunas incluso más altas. Pasamos tan cerca, que pareciera que las alas van a tocar las montañas que, sin duda, jamás han sido tocadas por el hombre.  Se ven avalanchas recientes o antiguas que han quedado paralizadas, y entre montaña y montaña, glaciares maravillosos que llegan al océano o chocan con la nieve de más abajo, uno tras otro.

 

 

No se equivocaron al decir que ésta es una de las áreas con los paisajes más hermosos del continente blanco.  La Península Antártica es increíble, con un paisaje sobrecogedor. Observar los hielos que se han desprendido, sobretodo Larsen C, hace que uno realmente se de cuenta de lo frágil que es nuestro planeta. Lo que queda de Larsen C es ahora un cúmulo de icebergs, todos planos, con figuras geométricas muy rectas. Es como si un plato blanco se hubiera caído al piso y se quebró en muchos pedazos, todos blancos, distintos, lisos y planos. Entre el continente y esta enorme masa de hielo se observa un verdadero “río” azul oscuro que fluye entre los trozos y el continente.  Estiman que el macizo de hielo se ha separado un par de kilómetros del continente desde su sorprendente colapso el año pasado. Es a la vez una maravilla y terrorífico, ya que pensar en la desintegración y desaparición de estos icebergs, tal como ocurrió con las otras plataformas, es una pena. En total, nos alejamos a una distancia de 1900km de Punta Arenas, pero el recorrido fue de 9900km.

 

 

Obviamente quedé con muchas ganas de pisar el continente blanco como una turista cualquiera, no solo de sobrevolarlo.  Yo pensé que no había turismo en la Antártica, pero si lo hay. Conversando con un puntarenense que lleva unos 30 años navegando a esa región, cuenta que en los últimos años el auge del turismo antártico ha sido considerable. Afortunadamente para quienes deseamos proteger esta hermosura, existe la Asociación Internacional de Operadores Turísticos Antárticos (IAATO en inglés),  una organización fundada con la finalidad de promover y regular la actividad turística responsable en la Antártida y que exige las mejores prácticas para minimizar el impacto en el medio ambiente.  Conocer y descubrir el continente blanco ha sido el sueño de muchos aventureros a lo largo del tiempo, entre los que me incluyo a partir de esta experiencia.  En esta tierra fascinante se encuentra la reserva de agua dulce más grande del planeta y es hogar de una innumerable fauna terrestre y marina. Su especial belleza blanca lo convierte en un destino hipnotizador para los afortunados que llegan hasta este lejano territorio, que sin duda es tarea de todos cuidar.

 

DATOS PRACTICOS