Texto y fotografías: Marcela Frauenberg

 

Situada en el noreste de Francia, subyuga con sus viñas y sus flores. Y en Estrasburgo, su capital, alberga al segundo puerto en importancia sobre el Rhin, el río más transitado del mundo.

 

 

Amigos míos, cuyos padres tienen ascendencia alsaciana, se sienten alemanes. Otros, absolutamente franceses. Y es que desde el siglo 17, Alsacia cambia su pertenencia política entre el imperio romano, el imperio alemán y desde 1945, después del término de la II Guerra Mundial, pasa a formar parte de Francia. Una región por sobre todo turística, que posee bastante industria. Como la del vino, su máximo orgullo. A mí me encanta degustar el Cremant d´Álsace. Y por sobre todo visitar la calle del vino, donde en Estrasburgo está parte de ella. Esa ruta, por la que es posible atravesar 14.500 hectáreas de viñas, está al oeste de la carretera principal. Son caminos pequeños, pero fáciles de recorrer, pasando por distintos pueblos porque todo está bien señalizado. En otoño, es extraordinario. Además que en casi todas las viñas de la región se puede probar el vino que producen.

 

 

Yo recorrí Alsacia siguiendo la calle del vino, lo que a uno le permite tener una completa visión sobre los pueblos de Alsacia. Comencé por Estrasburgo, una ciudad universitaria llena de vida. Su catedral es una maravilla. Sus vitrales, preciosos. Y si se animan, recomiendo subir a su torre, ya que de allí se disfruta una vista panorámica genial. Una ciudad con diferentes canales afluentes del Rhin, miles de tiendas pequeñitas con porcelanas y artículos para la casa. Todo el ambiente de la ciudad es entretenido. Sus casas, los canales y las decoraciones de flores, todo hace que uno no pare de admirar.

 

 

En Ribeauville, con sus casas del siglo 16, es notable el convento benedictino Notre-Dame de Dusenbach, hoy es un lugar de peregrinaje. Riquewihr está clasificado como unos de los pueblos mas bellos de Francia por  el buen estado de sus edificios centenarios. Ahí se encuentra la Torre de Dolder. Y simplemente, a quienes no les interese mucho la historia, les vale la pena recorrer sus callecitas que parecen sacadas de cuentos de hadas. Kayserberg me encantó. Aquí también lo cruza un canal y las casas están todas adornadas con flores. Hay miles de recovecos y rincones, cada cual con su encantó.

 

 

Colmar es mi ciudad preferida. Sus tiendas, sus restaurantes y sus barrios me fascinaron. Alojamos en la Petit Venice, una localidad muy linda, con sus canales y toda llena de flores. Tiene un mercado muy simpático con terraza que da al canal, donde uno se puede sentar a ver como pasan los barcos. Y cuando estos pasan debajo del puente, hasta los turistas tienen que agachar sus cabezas. Eguisheim, el último pueblito que visitamos, también esta clasificado como uno de los pueblos mas lindos de Francia. Se la llama “ciudad cebolla” porque sus calles son circulares y desembocan en el centro. Para regresar siempre…

 

 

DATOS
  • Las cigüenas en Alsacia son el símbolo característico y las venden en todos los puestos de souvenirs.
  • La mejor manera de recorrer los pueblos de Alsacia es en auto, ya que así se puede parar donde uno quiere.
  • En gastronomía, comer un Flammkuchen (tarte flambée) es parte de visitar esta región. Los originales son con crema ácida, queso, tocino y cebolla.
PARA LLEGAR A ESTRASBURGO
Dos alternativas:
  1. Con LATAM (https://www.latam.com/es_cl/) a Frankfurt, y de ahí en tren hasta Estrasburgo, lo que toma 2 horas y 40 minutos.
  2. Vía Air France (https://www.airfrance.com/) hasta Basilea, y de ahí en tren: una hora y 19 minutos.

 

 

EL “RECORRIDO” DE MARCELA FRAUENBERG

Tras trabajar como terapeuta ocupacional en el Hospital del Trabajador en Santiago, Marcela Frauenberg partió a Europa en 1980. “Sin nada”, rememora. Al principio a Bonn con su hermana Alejandra y de ahí a Langenthal, un pueblito en Suiza donde se asentó. Ya casada y con sus dos hijos grandes, continuó estudiando, esta vez educación de adultos y un magister en Non Profit Management. Dado que le encanta viajar, se compró un mini Camper, con el cual recorre gran parte de Europa. Hoy tiene una pequeña tienda en la ciudad de Solothurn (www.piti-la-gallina.ch) donde vende sus creaciones, como mermeladas, chutneys, mostazas y jarabes. “En cada  uno de mis viajes me traigo kilos de condimentos”, asegura, “aunque todavía me queda mucho por recorrer”.